El objetivo debe ser el reparto, no el crecimiento.

Una conferencia del sociólogo Zygmunt Bauman.

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Cuando yo era joven, cuenta Zygmunt Bauman, escuchaba que la desigualdad era positiva, que los que tenían más iniciativa movían la economía y creaban puestos de trabajo.

Hoy, varias décadas después, apunta del veterano pensador polaco, no hay señales de que eso funcione. Realmente estamos en un estado de devastación moral ¿Por que pasó esto?, se pregunta. Lo que ha sucedido, asegura, no era inevitable, se debe a las decisiones que tomamos en el pasado.

Tanto los políticos como los medios de comunicación insisten en que la solución a todos los problemas está en el incremento del sacrosanto PIB. Pero unos y otros se olvidan que hay que hacer frente a los problemas sociales, a la redistribución de la riqueza. Y pone un ejemplo. En la década de los 70 del siglo pasado se encontraron los yacimientos de gas y petróleo en el Mar del Norte. En el Reino Unido se favoreció a las empresas y a los poderosos y de esa riqueza hoy no queda ni rastro. En Noruega, sin embargo, se creo un fondo social para el futuro, de manera que los nietos de los jóvenes noruegos de hoy tendrán un sistema social justo, educación gratuita, libertad y seguridad.

Lo del crecimiento de PIB es falso, remacha Bauman, porque la renta se distribuye de manera desigual ¿Han salido los Estados Unidos de la recesión porque crezca el PIB? No. Se está beneficiando solo el 1% de la población. En realidad, el crecimiento abre más la fosa entre los que más tienen y los que menos.

El autor de La Modernidad Líquida recuerda que el 10% de la población mundial posee el 85 % de la riqueza y que el 50% más pobre dispone de apenas un 1%. Y las investigaciones, apunta, muestran que las patologías, los problemas, se deben a las desigualdades en la distribución de la riqueza.

En el mundo contemporáneo nos cuentan que la felicidad está en las tiendas, comenta el sociólogo, en el consumo. Como consecuencia, olvidamos otras vías para la búsqueda de la felicidad. Hoy, valores como amor o amistad están comercializados; vamos a los centros comerciales como a las farmacias, a la búsqueda de tranquilizantes morales. Parece que los recursos son infinitos y que hay que incrementar el consumo indefinidamente. Eso es falso. Y se ha estimulado la rivalidad entre los empleados de las empresas, recortando la solidaridad.

Hay dos elementos para hacer las cosas: el poder y la política. El Estado tiene ambas elementos, pero, hoy, su poder se ha evaporado. Estamos en una fase de divorcio entre el Estado y los políticos. Estamos en una situación de modernidad líquida, donde los hechos no son sólidos sino que se adaptan a la forma del continente. Y no solucionaremos los problemas adoptando apaños temporales.

¿Que hay que hacer?, se pregunta. Buscar el reencuentro entre el poder y la política, responde. En realidad, vivimos todavía de las consecuencias de la paz de Westfalia que dio nacimiento a los Estados modernos, pero hoy somos interdependientes de manera planetaria y los Estados no son capaces de resolver los problemas.

Hace décadas, las clases medias tenían energía, ilusión, pero hoy me parece que nos han dado una patada, comenta el pensador. En la época del fordismo había interdependencia entre el empresario y los trabajadores. Unos y otros se necesitaban, pero esa interdependencia ha sido destruida y lo que queda es pobreza y exclusión. Y no se trata solo de pobreza, sino de humillación, de recorte de los derechos humanos.

El viejo Estado de bienestar fue introducido, pero no por obra de la derecha o de la izquierda. Y hoy se está desmantelando, independientemente de que sea la derecha o la izquierda la que gobierne.

En esta sociedad líquida, pasamos una media de 7 horas online, ante la pantalla. Facebook triunfa porque la gente tiene miedo a estar sola y cree que de esta manera estará acompañada. Estamos, asegura Bauman, ante el comienzo de una revolución cultural de nuevas relaciones sociales, pero no se como a va a continuar esto, reconoce.

Tras la conferencia que pronuncia en la Fundación Rafael del Pino, una persona del público pregunta si todo esto que ha pasado se ha debido, quizá, no a decisiones erróneas sino a la naturaleza humana.

La pregunta se agrupa con otras, el pensador toma nota, pero queda sin respuesta.

Otra pregunta que queda en el aire es como puede cambiar esto. No es solo la voz de Bauman, sino las de miles y miles de personas que denuncian cada día el estado actual de las cosas, la desaparición de las clases medias, de la política, atada de manos por el gran capital (son muy majos estos chicos, Obama dixit de los dirigentes de Goldman Sachs y JP Morgan), mientras que las empresas que obtienen grandes beneficios cierran plantas para conseguir más y los ricos son cada vez más ricos, en el primer mundo, en el segundo y en el tercero.

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