Memoria personal de Charlie Hebdo (al ritmo de Gainsbourg)

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Aterricé ayer en París, según lo previsto hace semanas. El avión despegó de Madrid poco después de que recibiera el primer titular del atentado. El destino eligió la fecha del vuelo, no yo. Encontré caras muy serias en el autobús 54 que pasa por la Gare du Nord. Era la última hora de la tarde y parecía un singular crepúsculo parisino, casi sin ruidos.

Esta mañana acudí a la sede de Charlie Hebdo, tras una llamada de colegas franceses. Los diversos sindicatos de periodistas de Francia organizaban un acto, con palabras, coronas de flores y lápices en alto. Había medios de comunicación de medio mundo y unas 400 personas, que aguantaban bajo una lluvia persistente y fría.

Mis colegas Dominique Pradalié (Syndicat National de Journalistes) y Patrick Kamenka (SNJ-CGT) me pidieron que -como periodista del otro lado de los Pirineos- pronunciara unas palabras ante los reunidos. Ví gente llorando. Me subí a un pivote de la acera, que era como un gran bolardo, y pedí que espantáramos juntos el miedo. Hablé de los actos que habían tenido lugar en varias ciudades, como Madrid y Barcelona. Recordé también a los policías asesinados, muertos como los periodistas en el ejercicio de su profesión. Luego me encontré al equipo de TVE (Álvaro Goikoetxea) y a un equipo de Cuatro TV.

Durante todo el día, sin poder evitarlo, tuve en mente los rostros traviesos, un tanto maliciosos, de Charb, Honoré, Wolinski, Cabu y los demás, que me hicieron reír siempre. Recuerdo que una vez me tuve que bajar de un autobús en Madrid, en el Puente de Vallecas, porque no podía contener la risa leyendo un libro de Cavanna (“Les aventures du petit Jésus“). Los demás viajeros de aquel bus me miraban como a un loco de atar; un tipo que se reía a carcajadas sin pedir permiso, sin hablar con nadie.

Cavanna y el profesor Choron no fueron asesinados ayer, sino que murieron hace algún tiempo. Acabo de verlos a todos juntos, a ellos y a los demás aventureros históricos de Charlie Hebdo, en un programa especial de la televisión pública francesa… Ah, aquel otro día de fascinación televisiva, cuando Michel Polac invitó a los tipos de Charlie y a Gainsbourg. Era en torno a la Nochevieja, 1981 o 1982. Lo ví en Tours, en casa de mi amigo Christophe Duvallon. El programa era como un café donde la gente pedía bebidas. Gainsbourg y sus colegas de Charlie bebieron whisky y cosas así, en abundancia. En mi recuerdo, espero que certero, se emborracharon, lanzaron insultos delirantes a unos jóvenes que estaban allí; porque los relacionaban con unos tipos de extrema derecha que los habían amenazado. Si no me falla la memoria, Gainsbourg los retó de pie, luego tuvo que ser sacado de plano cuando se puso a orinar en el estudio, en directo. “¿Cuando emiten este programa?”, pregunté. “Estamos tan sorprendidos como tú”, me contestó Christophe. ¿Son mis recuerdos auténticos o me los invento?

En los años 70/80, cuando yo venía a Francia, guardaba ejemplares de L’Hebbo Hara-Kiri, la publicación “madre” (o padre), que terminó cerrando en 1981. Porque Hara-Kiri daría paso después a Charlie Hebdo. Fue el origen. Y guardo el ejemplar completo del último Hara-Kiri. Veo la caricatura del propio Cavanna y de los demás y un titular dirigido a nosotros, los lectores de entonces: “Allez vous faire enculer !”

Por la tarde, me dispuse a terminar un artículo, ya empezado en Madrid, para lectores belgas. Me llamaron de Radio Exterior de España, para que interviniera en un debate en sus emisiones en francés. Charlie Hebdo, de nuevo. Creo que estuve más indignado (“en colère“) que abatido.

Ahora es medianoche. Ha dejado de llover hace un buen rato. Sueño con quienes me transmitieron, desde mi primera juventud, una cierta vitalidad, un determinado sentido de la libertad: las víctimas de ayer (y también sus colegas Cavanna , el profesor Choron, etcétera, que se fueron antes).  Le pondré una cierta banda sonora a mi chirimiri melancólico: Gainsbourg, desde luego. Aux armes et cætera , aquel himno anti-himnos, aquella Marsellesa cantada a ritmo de reggae.

No se oye nada a estas horas.  Paris est en silence, mais demain il sera peut-être de nouveau en colère. Asi que nada de lloriqueos nocturnos… Merde, merde alors, merde encore, merde toujours.

 

 

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