A la señora Merkel le queda un Telediario. Y a la socialdemocracia alemana, menos.

babiera analisisLos mapas políticos en Europa están rotos por el ascenso de los populismos de derechas y de otras pequeñas formaciones.

Se acabó aquella vieja estabilidad burguesa que reconstruyó la Europa de postguerra, la alternancia en el poder del centro derecha, democracia cristiana, y socialdemocracia, centro izquierda.

En Alemania, las elecciones generales  del año pasado dejaron un complejo un mosaico de siete partidos, en donde había dos grandes y liberales o verdes que actuaban como bisagras.  

Ahora, de las elecciones del pasado domingo en el Estado federado de Baviera, salen cinco formaciones. Los dos grandes, CSU, democracia cristiana bávara, que gobernó con mayoría absoluta durante décadas, y el SPD, la socialdemocracia, han perdido en conjunto nada menos que el 23% de los votos.

A la CSU se le han ido los votos, casi en partes iguales,  hacia la ultraderecha nacionalista y xenófoba de Alternativa para Alemania y hacia la izquierda ecologista, los Verdes.

Pero si el centro derecha vive un franco retroceso, la socialdemocracia está en cada libre, sin paracaídas y sin red.

El SPD, sin perfil en los últimos lustros, ha contemplado de lejos la pelea entre los socios democristianos en torno a  los refugiados, más duros los conservadores bávaros, más  dialogante la CDU federal de Merkel.

El antiguo y orgulloso partido de Willy Brandt queda nada menos que quinto en un Estado como Baviera, hoy motor de la locomotora alemana. Pierde la mitad de los votos, el 10%, el peor resultado en unas elecciones en el Oeste de Alemania.

Y se le van los votos hacia todas las otras formaciones. Si quiere recuperar su perfil no tiene más remedio que irse a la oposición y romper la gran coalición con la democracia   cristiana. En realidad, esa alianza que algunos llaman mini coalición parece un intento desesperado de los grandes partidos por mantenerse en el poder.

Y si la canciller Merkel no ha tomado todavía nota del fuerte revés de los suyos en Baviera es porque tiene elecciones el próximo día 28 en el rico Estado federado de Hesse, que tiene como foco de referencia a la poderosa Frankfurt.

Y en ese Estado también amenaza tormenta con caídas de los dos grandes partidos, pero sobre todo de la CDU que gobierna ahora con los Verdes, que serán también aquí la fuerza en alza.

Si el domingo 28 de octubre por la tarde los Telediarios alemanes confirman el retroceso de los democristianos,   Angela Merkel estará a las puertas de tirar la toalla como presidenta del partido y quizá, en pocos meses, como canciller para abrir paso a la renovación.

Merkel se ha movido hacia el centro y dejado un amplio espacio a la derecha por donde penetran los nacionalistas de la AfD, duros primero con los países del sur en la crisis del 2008 y duros después con los refugiados.

En las elecciones del año próximo en Sajonia, si no cambian la tendencia, la AfD será el primer partido en Sajonia, el gran Estado de la antigua República Democrática Alemana. Y eso, 30 años después de la caída del muro de Berlín que acabó con los sistemas llamados socialistas del bloque del Este.

Pero el sueño de la Unificación ha producido monstruos. Alemania ha bombeado en estas décadas dos billones de euros, el doble del PIB español, hacia el Este alemán, pero no ha conseguido cerrar las heridas. La RDA se derrumbó como ninguna otra región o país del viejo bloque soviético.  Se fueron más de dos millones de personas, hay muchas ciudades semivacías, el desempleo es más alto que en el Oeste y los salarios siguen siendo más bajos.

Y la ultraderecha de la AfD ha sustituido como partido protesta a los neocomunistas del PDS, reconvertidos  ahora en La Izquierda.

En el Oeste, los Verdes gobiernan desde hace años con éxito en Baden-Württemberg. Han subido este domingo en Baviera  y a finales de mes lo harán en Hesse.

Los Verdes no son los ecolopacifistas nacidos en los  años 80 del siglo pasado contra el rearme de la Otan y contra la contaminación brutal que sacudía a la República Federal. No son aquellos viejos Verdes de Joscha Fischer que juró su cargo de diputado con zapatillas deportivas. Fischer engordó y llego a ser un moderado ministro de exteriores con traje de tres piezas. Hoy son buenos gestores, muy apreciados en Baden-Württemberg, el Estado federado que más crece junto a Baviera. Son simplemente europeístas, preocupados de los problemas de los ciudadanos, partidarios de un desarrollo sostenible y abiertos en el tema de la inmigración.

La “gran” figura de la democracia cristiana italiana,  Giulio Andreotti, aquel aprendiz de brujo cercano a la Mafia, decía que le gustaba tanto Alemania que le encantaba que hubiera dos en aquellos tiempos de división Este-Oeste. Así no ofrecía peligro una Gran Alemania Unida.

Pero aquella DC italiana, como el viejo PiChí,  como los viejos partidos  socialistas europeos, el sueco de Palme, el austríaco  de Kreisky, el francés de Mitterrand, el alemán de Brandt y Schmidt, por no hablar de otros, han pasado a la historia.

Así que tendremos una Alemania más destructurada, con visiones distintas en el Este y en Oeste, con una gran variedad de partidos, mucho más difícil de gobernar.

La canciller Merkel reconoce que a pesar de la buena marcha de la economía y del alto empleo han perdido la confianza de los ciudadanos. Su sucesora o sucesor tendrá por delante una tarea ingente. Porque ella, de momento y tras la debacle de Baviera, no ha dado ninguna idea. Como ha sido habitual en ella en los últimos años.

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