Impuesto sobre Transacciones Financieras y Comisión Nacional del Mercado de Valores

Carlos Brú PurónUna reciente columna de Xavier Vidal Folch bajo el título Dicen que nos van a freír a impuestos (El País, 09/10/18) pone en evidencia –como es hábito en él- la descarada hipocresía de los detentadores de cualquier poder –en este caso, el financiero- compadeciéndose de sus clientes consumidores/ciudadanos por el mal que van a sufrir como consecuencia del traslado a ellos  que el propio productor/decisor/Banca va a llevar a cabo respecto del importe –poco o mucho- de un impuesto o tasa que, según justicia fiscal, le correspondería a él pagar.

No se trata ya de profecía autocumplida, que también, sino –dejando chico a Robert K. Merton- de profecía heterocumplida: “yo aviso que, como me haga cumplir, me las piro”…, y mientras tanto, que lo paguen otros, al ser privados de los servicios sociales que de ese tributo les reportaría.

Pero si grave es ese chantaje de contextura profética, peor es si del mismo se hace cómplice quien, por su cargo público, debiera velar por la ecuanimidad –más aún, honestidad- de los agentes económicos, en este caso financieros.

No ha sido así: Don Sebastián Albella, Presidente de la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) advierte -¿o anima?- a los agentes hacia un futuro desplazamiento a parqués extranjeros caso de ser gravados con el Impuesto sobre las Transacciones Financieras (ITF, vulgarmente Tasa Tobin) aún, en los tan bajos índices impositivos como el 0,1 % para acciones y 0,01 % para derivados.

En efecto, recientemente[1] se ha manifestado en ese sentido, justificándolo porque “ (…) el ahorro y los flujos financieros fluyen de una manera muy fácil por Europa (por lo que) bueno sería que desapareciera toda la incertidumbre que afecta al sector”

Aparte del insigne descubrimiento de que los “flujos” “fluyen”, quizá al Sr. Albella podrá explicarnos a que razón se debe que tales flujos no nos hayan benéficamente invadido, procedentes de Francia, Reino Unido (stamp duty) ,Italia, Irlanda, Estados todos ellos que, con uso de diversos porcentajes tributarios (casi siempre el 0,1% y el 0,01 % respectivo), aplican el ITF sin conocidas merma de su volumen de mercado ni carrera pelo en pecho por parte de inversores, agentes y depositarios.

En Diario Progresista[2] , sucintamente exponía la larga y jadeante historia de este Impuesto (mal llamado “Tasa”, en castellano esta expresión se refiere al coste individualizado de servicios públicos), sus históricas pretensiones de globalidad (Consejo Económico de la ONU en 1.968, ponente Stiglitz), Informe favorable del FMI; a escala europea el de la Comisión (Presidente Durao Barroso, abril 2010), del Parlamento Europeo (Informe Podimata aprobado con altísima votación el 8/3/2011); lo más importante, la Cooperación Reforzada (Coop. Ref.) entre 11 Estados Miembros (después 10 por retirada de Estonia), Coop. Ref. en la que también figuraba España y que cuajó en la decisión unánime del Consejo de Ministros de la UE (Decisión 52/2013), etc., … y, eso sí, la vergonzosa inaplicación de esta norma comunitaria, en letargo -sin explicación alguna- de 5 años atrás a hoy.

Efectivamente, el  desiderátum para un Impuesto de esta naturaleza sería su vigencia a nivel Eurozona, y desde aquí y en un crescendo continuo, al nivel global que Keynes previó y Stiglitz normalizó dentro del Consejo Económico de Naciones Unidas. Todo ello como objetivo acorde con el ámbito también global en que las transacciones financieras hoy se mueven.

Porque, tal como lamenta Y. N. Harari, “padecemos problemas globales, sin tener una comunidad global”[3].

A lo que modestamente, el autor de estas líneas responde que para la solución de éste y otros problemas, no cabe sino la acción federal de abajo  arriba, la rampa de lanzamiento que llegue a globalizar económica, política y jurídicamente la globalización de hecho.

Y si bueno será que la Unión Europea ponga en marcha su propia ley (no otra cosa es una “Decisión” del CM, a ver si alguien interpone un Recurso de Omisión ante el Tribunal de Justicia de la UE), mejor sería que bajo el amparo del FMI globalizase la solución o –seamos realistas- parte de la solución.

Pero para que a su vez la UE y su Cooperación Reforzada funcionen, bueno ha sido que algunos Estados –Francia, Italia, etc.- lo hayan impuesto por sí hasta la solución final, y en el interregno para mayores justicia y prosperidad internas.

Lo que debiera hacer España desde ya, salvo que nuestro respetado Presidente de la CNMV ponga en marcha ¡su rompan filas! a sus (quién sabe) tan obedientes y generosos agentes financieros.


[1] Vide Diario El País 02/X/18

[2] Más sobre “Tasa (Impuesto) Keynes-Tobin”

[3] Vide Harari, Y.N, “21 lecciones para el siglo XXI”, Barcelona 2018 pag. 255