La lucha por el futuro de Europa

futuro de europaDesde que el ex Rasputín del presidente Trump, Steve Bannon, anunció su intención de aunar a las fuerzas ultranacionalistas de la vieja Europa, parece haberse agudizado la batalla política por el control del Parlamento de Estrasburgo.

No habría hecho siquiera hecho falta el anuncio de esa intervención, extraña al continente, con la creación por Bannon de lo que ha bautizado como "The Movement" para presagiar un fortalecimiento de los partidos populistas y ultranacionalistas.

Actualmente, la derecha más extrema controla 151 de los 751 escaños de esa cámara, repartidos, eso sí, en tres grupos, que el norteamericano quiere, sin embargo, juntar en un único grupo que estaría en condiciones de adelantar a la cada vez más debilitada socialdemocracia.

El éxito del ultranacionalismo en Austria, Hungría, Polonia y un país absolutamente clave como es Italia, sumado a los fuertes avances de esa corriente en Alemania, sin olvidar a la Agrupación Nacional de la francesa Marine Le Pen y con la guinda de la entrada de Vox en el Parlamento andaluz, parecen dar alas al Movimiento del ultra Bannon.

Éste pronostica ya, no sin jactarse de ello por la parte que puede tocarle, "el primer enfrentamiento continental entre el populismo y el partido de Davos".

Con su mención de esa localidad alpina, cita anual de políticos, banqueros y hombres de empresa de medio mundo, alude Bannon a las fuerzas favorables a la integración europea, que son para él sólo instrumentos del gran capital global.

Y entre ellas destaca evidentemente como principal enemiga la "Europa en marcha", creación del presidente francés Emmanuel Macron en su intento de agrupar a las fuerzas liberales – algunos dirían "neoliberales"- de toda Europa.

A su izquierda está otro nuevo movimiento transnacional, la Primavera Europea, en torno al ex ministro de Finanzas griego Yanis Varoufakis, que se ha fijado como objetivo es transformar las instituciones europeas, dotándolas de mayor transparencia y participación popular.

La gran batalla de cara a las elecciones europeas del próximo año se dará entre los partidarios de un repliegue nacionalista y autoritario al estilo de lo que sucede ya en la Hungría de Orbán, la Polonia de Ley y Justicia, de Kaczyinski, o la Italia de Mattteo Salvini, y los defensores de una Europa progresista y abierta al mundo.

Este último no es ni mucho menos un grupo ideológicamente homogéneo porque va desde los liberales y un sector de los cristianodemócratas hasta la izquierda radical de Syriza o Podemos, pasando por las diversas socialdemocracias, los Verdes y grupos más pequeños.

Para complicar el panorama, sucede además que la tentación nacionalista no es privativa de la ultraderecha, sino que también afecta a la izquierda, como ocurre con partidos como la Francia Insumisa, de Jean-Luc Mélenchon, o con un sector del alemán Die Linke (La Izquierda).
Enfrentada a los nuevos desafíos de la globalización y la inmigración, la izquierda no acaba de ponerse de acuerdo sobre si la Unión Europea es susceptible de reformas que la democraticen y acerquen a los ciudadanos o si es estructural e irremediablemente neoliberal. Y ése es su gran dilema.

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