UE: expansión hacia el este

Publicado originalmente en Bahía de Itaca.

brexit bahiaMiles de ciudadanos británicos al grito de ¡EUROPA SOMOS TODOS! han salido  a las calles de las 28 capitales comunitarias para protestar porque el referéndum  en el que no pudieron participar el 23 de junio de 2016 les deja como ciudadanos extranjeros en sus países de residencia. Son cuatro millones y medio de votos que hubieran cambiado el curso de la Historia cuando la   inmensa mayoría era partidaria de quedarse cómo y dónde estaba. Han exigido un segundo referéndum. No están solos.

Políticos irresponsables

 La irresponsabilidad de David Cameron, las mentiras del eurodiputado  Nigel Farage  -“la salida nos proporcionará 30 millones de libras semanales que destinaremos íntegramente  a la Sanidad”- y la cobardía del líder laborista  Jeremy Corbyn que solo quiere desgastar al gobierno conservador para acceder al 10 de Down Street, han creado la mayor crisis europea de los últimos 75 años.

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Una pesadilla que está costando una fractura emocional, social y política;  un derroche económico y una incertidumbre que nos acompañará hasta mediados de siglo porque, al final, los ingleses retornarán inevitablemente al espacio más amplio de libertad y seguridad que han conocido los tiempos.

El próximo 29 de marzo el Reino Unido no saldrá de la Unión como estaba previsto El generoso plazo concedido a Teresa May tras la última cumbre de Bruselas es un ultimátum con fecha de caducidad para que decida el Parlamento de Westminster antes del 12 de abril. De no haber acuerdo y solicitar una prórroga más amplia, Londres deberá convocar elecciones europeas.

La exigencia del Consejo Europeo al gobierno y a la oposición de Su Majestad para que lleguen a un  acuerdo está cargado de razón. Si el Brexit sigue en el limbo de otra prórroga para perder el tiempo y se constituyera la Eurocámara en junio sin que los británicos hubiesen convocado comicios, el babel jurídico en el Parlamento y en el resto de instituciones comunitarias, podría desembocar en un caos que costaría años desatascar.

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Cuatro opciones 

Junker (Comisión) y Tusk (Consejo) con el visto bueno de la protestante Merkel y del jacobino Macron, están dolorosamente hartos –sin perder la sonrisa ni los papeles diplomáticos-, de este espectáculo (controlado) de tomadura de pelo del que solo aprenderemos una cosa: que tras el fracaso de la negociación tras activar el artículo 50.1 del Tratado de Lisboa –“todo Estado podrá decidir, de conformidad con sus normas constitucionales, retirarse de la Unión”- ninguno de los 27 miembros querrá abandonar nuestra institución geopolítica.

Las soluciones son cuatro: Primera: Desactivar de nuevo el Art. 50 y seguir como hasta ahora;  Segunda: celebración de un segundo referéndum  con consecuencias impredecibles; tercera, prórroga de nueve meses a un año y cuarta, un Brexit con salida sin acuerdo. Como este último escenario horroriza a ambas partes, de las tres opciones apuntadas, escogerán la peor: la agonía del mercadeo hasta la primavera de 2019 con elecciones internas en Bran Bretaña y exigencias de una nueva consulta vinculante en Escocia. Y quizás, en Gales. Mas desestabilización  y menos empleo.

La arrogancia de los políticos ingleses, -herederos de su secular aislacionismo  y  renuentes siempre a lo que llega del Continente-, les impide apostar por lo más sensato: nuevo referéndum o reactivación del flexible Artículo  50. El orgullo británico nos situará a todos al borde del abismo.

Neutralidad y suicido

Reino Unido (incluyendo Gibraltar) se incorporaron a la entonces Comunidad Económica Europea en 1973 junto a Irlanda y Dinamarca (incluyendo Groenlandia y excluyendo Islas Feroe)

Cuarenta y siete años de convivencia que una media docena de políticos irresponsables, una juventud pasota que no quiso ir a votar y unos jubilados egoístas que se tragaron las mentiras de Farage -47 años, decía- tirados a la basura.

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Mientras tanto, Farage que tiene colocada a su mujer en el Parlamento de Bruselas como asesora, ha demandado  su pensión vitalicia de 7.500 euros al mes (además de sus fondos de pensiones) al acogerse sin pudor a las canonjías del Estatuto (muy generoso) del Eurodiputado. Eso sí, conviene recordar que este “destructor de países y populista furibundo” admitió la misma noche tras el triunfo del  Brexit que “lo de los 30 millones de libras semanales para la Sanidad eran una fake news”,  es decir, una trola. El mal está hecho ya sea cual sea la solución que tome Westminster. Los referéndums siempre los carga el diablo.

La mayor parte de la culpa de este problemón político es, sin duda, de los británicos. Pero Europa, la Europa de los 27,  tiene también  una buena parte de irresponsabilidad. Ni el Consejo ni la Comisión ni el Parlamento lanzaron una campaña activa para apoyar el Remain. Ningún político europeo hizo allí campaña para tratar de persuadir a los votantes euroescépticos que era mejor quedarse.

Hay situaciones –y ésta lo era, como lo es que se pronuncien sin ambigüedades en contra del pretendido  secesionismo  de Cataluña, de Padania o de Córcega-,  en que la neutralidad es un suicidio. Por ello, el Parlamento Europeo ha decidido pasar a la acción y ha promocionado por vez primera una campaña masiva  a favor de las Elecciones Europeas que se celebrarán en los países miembros del 23 al 26 de mayo. Y que en nuestro caso coincidirán con las municipales y la gran mayoría de las autonómicas. YO VOTO es el lema de concienciación europeísta.

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Todos somos Europa

Para los miembros de Europa en Suma, ser europeísta es una necesidad y una obligación. Nuestra labor durante diez largos años ha sido la ser una plataforma plural para dar voz a todos los que creemos en una Europa Federal más social, en la que la Libertad, la Democracia y la Solidaridad  sigan siendo los pilares de un proyecto inacabado pero manifiestamente mejorable donde el ciudadano europeo sea el epicentro de todas las políticas emanadas desde Bruselas.

Más Europa es el camino. Y para ello debemos mejorar nuestros mecanismos de autodefensa y pagarlos –en eso tiene razón Trump-; nuestro peso en el mundo se acentuará con una política exteriorcomún más comprometida con nuestros valores humanísticos donde la defensa de los derechos humanos no se cuestionen. Nuestras reticencias en Venezuela apoyando a medias al presidente encargado Juan Guaidó frente al tirano Nicolás Maduro, denotan demasiadas debilidades. Al igual que hay que potenciary armonizar las políticas sociales, impositivas y fiscales para que las multinacionales no abusen de su posición de dominio.

Urge a Europa crear empresas propias que neutralicen la dependencia tecnológica y digital que nos llega desde Estados Unidos, China, Corea del Sur y Japón. ¿Seremos capaces de crear megaproyectos que compitan con Amazon, Google, Windows, Apple o Netflix? Y ¿para cuándo una potente política de comunicación propia que impregne toda la diversidad de la cultura europea empezando por la literatura, el teatro y el cine?

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Expansión hacia  el este

Desengañémonos. La salida de Gran Bretaña de la UE es un fracaso colectivo de todos los europeos. En una o dos generaciones volverán. Y les estaremos esperando porque en la lucha por la Libertad no sobra nadie. Todo el mundo sabe (y nosotros más que nadie porque tuvimos que esperar hasta 1986) qué significa entrar en la Unión Europea. España ha sido el país más beneficiado tras la integración, en este grupo privilegiado de países con un espacio común para la paz y el diálogo,   donde se garantizan constitucionalmente derechos tan esenciales como la vida, la sanidad, la educación, el desempleo, la dependencia y la vejez.  Y todas las libertades que amparan las democracias de un Estado de Derecho.

Después de 2000 años de guerras en todas direcciones (y con todos los vecinos) la Unión Europeo no ha conocido ni  una guerra entre estados ni guerras civiles desde 1945. Solo por ese sueño compartido merece la pena seguir creyendo en una Europa más grande y federada. Una Europa unida en la diversidad. Un espacio geopolítico que hay que reconstruir a partir de los escombros del Brexit.

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Lamentamos profundamente que se vaya Gran Bretaña. Al día siguiente tendrá que pivotar su comercio y sus relaciones exteriores con los Estados Unidos. Esa es la pretensión de Donald Trump para desgastar a la UE.  Beijing  despertó y el mundo es otro diferente. Americanos y chinos llegarán siempre a acuerdos comerciales porque el dinero y el comercio son las armas más poderosas para conquistar ( o repartirse) un mundo virtual y digitalizado. La UE no puede ser una tercera vía sino una potencia de primera y trasversal.

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La apuesta valiente de la Unión Europea ante el reto de las dos superpotencias que quieren contener la multilateralidad para neutralizar nuestros valores en el escenario mundial es sencilla: una ampliación  selectiva de nuevos socios en la próxima década, que lleguen hasta la integración, desde la cooperación económica y comercial gradual. Y hablo de cuatro países concretamente. Israel, el único baluarte democrático en Medio Oriente, que está contribuyendo a nuestra seguridad,  y que sería un socio fiable en materia de defensa, espionaje y contraespionaje; Ucrania,  que está desangrando sola en una guerra invisible contra Rusia que tiene que terminar ya;  Bielourrusia y lógicamente, la propia Rusia. Sí;  Vladimir Putin necesita mejorar la vida de sus conciudadanos con nuevas infraestructuras que la UE puede levantar allí e instalar  negocios de logística y distribución.

A cambio, el abastecimiento de gas y petróleo licuado para la Europa central y mediterránea sin energía –las renovables no son suficientes-,  sería el mejor intercambio para un comercio estable y sostenible. El comercio es el mejor antídoto para las guerras abiertas y para las guerras frías. Un  gran paso para la distensión y los malentendidos.

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Rusia tiene una cultura y  un alma fundamentalmente europeas. Y está dispuesta a abrirse en canal al progreso y al desarrollo occidentales. Las relaciones comerciales nos pueden llevar a mejorar su concepto de democracia.  Rusia se merece esa oportunidad. Y la UE la necesita. Moscú puede  ser un gran aliado, simplemente si empezamos a levantar unas sanciones que solo perjudican al pueblo. La expansión hacia el este es inevitable.

La decisión está en Westminster. El Brexit obligará a la UE –insistimos-  a extenderse  hacia Israel, Bielorrusia, Ucrania y Rusia para neutralizar a los colosos chino y estadounidense.

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