Alemania y el auge de la ultraderecha: de cómo convertir dos bofetadas electorales en una dulce e insuficiente victoria.

Análisis de las elecciones regionales en los Estados federados de Brandenburgo y Sajonia.

Captura de pantalla completa 03092019 95448Aunque no lo parezca, los alemanes tienen sentido del humor. Un periodista de un sesudo semanario decía, comentando los resultados de las elecciones del domingo 1 de septiembre en los Estados federados de Brandenburgo y Sajonia, en la antigua RDA, que los resultados no eran tan malos, que la ultraderechista y ultranacionalista Alternativa para Alemania no había alcanzado el primer puesto en ambos como se temía. No, el SPD y la CDU han quedado los primeros respectivamente, pero con la AfD en el cogote. No, no es tan malo. Pero, ¿se imaginan a VOX consiguiendo el 27 % en una comunidad autónoma española, como ha hecho la AfD en Sajonia, o el 24 en Brandenburgo? Estaríamos aquí todos tirándonos de los pelos ante el ascenso de una formación nueva, como VOX, pero mucho más dura, mucho más seria y mucho más peligrosa que los populistas ultraderechistas españoles.

No, no es tan malo: AfD ha subido nada menos que el 18% en Sajonia, ha multiplicado los votos por tres, y el 11% en Brandenburgo, consiguiendo el doble.

Los dos partidos históricos, que integran la Gran Coalición alemana y que manda de momento en Berlín, en franco retroceso, demuestran que están adormilados cuando saludan sus respectivas victorias, insuficientes para gobernar. Han retrocedido, el SPD el 6% en Brandenburgo y la CDU el 7 % en Sajonia. Y si no han perdido más ha sido por la serena tarea de sus dirigentes regionales, no por la de los líderes nacionales, ausentes. El SPD, sin cabeza visible, elegirá a su cúpula a finales de año tras la dimisión de Andrea Nahles, y la canciller Angela Merkel no ha hecho campaña a petición de los suyos. Su imagen ya “no vende”, es el pasado.  

La CDU gobernó en Sajona desde la Unificación  y el SPD hizo otro tanto en Brandenburgo. Ahora tendrán que formar complejas coaliciones de hasta cuatro partidos para gobernar, para contener a la ultraderecha. No, no es tan malo el resultado.

Doble bofetada, el ascenso de la AfD en el Este, donde sustituye como partido-protesta a La Izquierda, que acoge los viejos comunistas germanoorientales, y retroceso, una vez más, como en las generales, como en Baviera, como en Hesse, de los dos grandes partidos. Pero aquí no pasa nada. Bien.

Poco antes de las elecciones, la canciller Angela Merkel, procedente ella misma de la extinta RDA, reconocía que no era sorprendente que hubiera frustración en el Este alemán.

Antes de las elecciones, los medios alemanes, todos evidentemente con sede en el Oeste, desempolvaban los motivos del enfado en el Este, las desigualdades, la desconfianza hacia los arrogantes occidentales, 30 años después de la Unificación. Trataban de explicar el ascenso del voto radical que situaba, según los sondeos, a la AfD como primera fuerza en Brandenburgo y Sajonia. Pero ahora que la situación ya no es tan grave, no pasa nada. Business as usual.

El estado de la cuestión es muy simple: estamos en 2019, nada menos que treinta años después de la caída del Muro de Berlín que se recordará el 9 de noviembre. Y sigue habiendo dos Alemanias.

El canciller de la Unificación, Helmut Kohl, prometía aquel lejano año 1990 que en dos, tres o cuatro años, habría “paisajes florecientes” en el Este alemán, la extinta Republica Democrática Alemana.

Pero todo se hundió en el Este. No quedó ni una empresa,  donde todo pertenecía al Estado. Lo cierto es que muchas,  química, acero o maquinaria, eran el periodo anterior a Hitler, estaban muy anticuadas, y no podían competir con la potentísima República Federal, que, por cierto, compró todo a precio de saldo. Poco después, Kohl empezó a retrasar la fecha de la “explosión floral” a  cuatro, cinco o seis años. Pero tampoco.

Al menos dos millones de germanoorientales se vieron forzados a emigrar al rico Oeste. Aunque haya lugares “florecientes” en Sajonia, como Leipzig y Dresde, con industria del automóvil, Porsche o BMW, “dopada” por la inversión estatal, quedan muchos paisajes desolados, semivacíos, sobre todo en Mecklenburgo-Pomerania Anterior, Turingia y Sajonia- Anhalt.

Sí, hay decepción. Más de la mitad de los ciudadanos del Este alemán se sienten gente de segunda clase, comparados con los del Oeste. Y eso, 30 años después de la histórica fecha.

Los dos territorios donde se han celebrado elecciones son distintos. Brandenburgo, que rodea a la ciudad-Estado de Berlín, fue sacudido por la Unificación. Y continúan los efectos: más de la mitad de los que terminan los estudios universitarios se van. Algo pasa. Pero se ha salvado, en parte, gracias a la pujante capital, Potsdam, y por la cercanía a la capital y está acogiendo a gente que huye de la explosión del precio de los alquileres en Berlín. Es más “moderado”, más socialdemócrata y más Verde.

Sajonia, hoy Estado federado, libre como Baviera,  heredero del rico y orgulloso Reino, siempre ha mirado  con desconfianza hacia Prusia, hacia Berlín. Son distintos, como los son los bávaros, herederos también de un poderoso reino. Esa desconfianza, unida a la llegada masiva de refugiados hace cuatro años y la diferente situación, hay más paro y se gana menos que en el Oeste,  empuja el voto hacia la Alternativa para Alemania. Se salvan, como en el Oeste, ciudades como Leipzig, la que más crece de Alemania, o la bellísima Dresde, microelectrónica  y turismo. Aquí sube el voto Verde. Pero el del campo se va a la AfD.

Sí, sigue habiendo dos Alemanias, como le gustaba a Giulio Andreotti.Y el voto es distinto en el Este y en el Oeste. En la vieja República Federal, la democracia cristiana de Angela Merkel retrocede y la socialdemocracia se hunde. El voto de protesta se va a Los Verdes, que hoy serían el primer partido en todo el territorio federal. Es un voto joven, de clase media, ciudadano, que no responde a un programa fijo sobre impuestos a las emisiones contaminantes o al cierre de las tóxicas minas de carbón, sino que se trata de un sentimiento, de un impulso para tratar de contener la degradación medioambiental.

En el Este sigue sin calar el mensaje de Los Verdes salvo, como decíamos, en grandes ciudades y en el cinturón de Berlín. Y se hunden los antiguos receptores del voto de protesta, La Izquierda, que integra a los postcomunistas del PDS, sucesor del Partido único germanooriental, el SED.

Asciende como un cohete la Alterativa para Alemania, nacionalista y ultraderechista, que nació hace seis años contra el euro y después creció también en el Oeste por la entrada masiva de inmigrantes en 2015. Su fuerte presencia en el Bundestag tras las generales de 2017 hizo tambalear el mapa político germano.

No, no tienen mucho que celebrar los grandes partidos alemanes. Recuerdan al chiste del señor que caía desde un rascacielos y mientras caía repetía: la situación no es tan mala, no es tan mala…

Se ha roto un tabú en Alemania, todo el esfuerzo de la posguerra contra el pasado nazi. Hoy, uno de cada cuatro votantes, al menos en el Este, se va hacia la ultraderecha.

Y la situación que viene no permite el optimismo. El Banco central alemán, Bundesbak, ya ha advertido que el tercer trimestre de este año Alemania entrará oficialmente en recesión al cumplir dos trimestres seguidos en  crecimiento negativo. De fondo, la austeridad extrema de un gobierno obsesionado con el déficit cero, que no invierte para animar el consumo interno. Para completar la tormenta está el Brexit, la guerra comercial EEUU-China, y el descenso de las exportaciones de un país centrado en la exportación.

Por cierto, el mes próximo hay elecciones en el pequeño Estado federado de Turingia, al sur de la ex RDA,  territorio de Björn Höcke, representante del ala más dura de la AfD, donde se desplomará un 10% la democracia cristiana de Merkel y ascenderá otro tanto la ultraderecha.

La Alemania del futuro será más difícil de gobernar tras   el hundimiento de los dos grandes partidos y el auge de los Los Verdes en el Oeste y la ultraderecha en el Este, en un país dividido.

Los comentarios más reposados tras el inicial, con el abríamos este articulo, no dudan en señalar que, efectivamente, el resultado de las elecciones en Brandenburgo y Sajonia ha sido una catástrofe. Otra, tras las generales, tras Baviera y tras Hesse. Vienen más.