Roger Casement: humanista y rebelde irlandés

casademunt“I am proud to be a rebel and shall cling to my rebellion with the last drop of my blood”.
Roger Casement

Hace un siglo, el 3 de agosto de 1916, Roger Casement fue ahorcado en la prisión londinense de Pentonville cuando tenía 51 años. En Europa, los relatos históricos siguen siendo nacionales y por eso la figura de Casement, que varios autores insisten en calificar de “romántica”, no es tan conocida como en su país natal, Irlanda.

Diversas peculiaridades y su trayectoria personal convierten a Casement en una figura histórica de gran interés. En el mundo de lengua española, un libro, “El sueño del celta” (2010), de Mario Vargas Llosa, rescató la memoria de Casement. Merece la pena recordarlo, el libro y la memoria del héroe irlandés, quien tuvo una muerte horrible y fue ejecutado en unas circunstancias muy sórdidas. La suya fue una ejecución más en la serie trágica que siguió a la rebelión irlandesa de 1916, la llamada “sublevación de Pascua”. Quince destacados líderes de la rebelión habían sido ejecutados antes, entre el 3 y el 12 de mayo de 1916; entre ellos, James Connolly, a quien el mando militar británico ordenó atar malherido a una silla antes de fusilarlo.

Para la mayoría de los habitantes de Irlanda, la Rebelión de Pascua había sido una más en la historia de las revueltas irlandesas contra el gobierno británico, periódicas a lo largo de siglos. Pero la inhumanidad inflexible y brutal con la que el poder de Londres llevó a cabo aquellas ejecuciones favoreció una rápida evolución emocional hacia la causa de los rebeldes. Los ejecutados se convirtieron en mártires de la causa republicana irlandesa.

Un destino trágico y singular

Así que la de Casement no fue sino la ejecución número 16, aunque tuviera lugar –singularizada- meses más tarde que las de sus compañeros de infortunio.

Algunas instituciones internacionales y diversos intelectuales, como el poeta William Butler Yeats o los también escritores Arthur Conan Doyle y George Bernard Shaw, pidieron clemencia para el acusado Casement, quien estaba enfermo de malaria. También se pronunciaron a su favor el Vaticano, el Senado de los Estados Unidos de América y casi una treintena de parlamentarios británicos.CoMpEnfUIAApyig

El juicio contra Roger Casement duró únicamente cuatro días. Tuvo una amplia repercusión en la prensa de entonces.

La condena se apoyó en una ley medieval bajo la acusación previa de “alta traición”. Lo condenaron a muerte “por una coma” del articulado de una ley de 1351 que –como es lógico desde el punto de vista histórico- estaba escrita en francés normando. De ahí, la polémica por la coma maldita en una frase jurídica que hubo que traducir al inglés moderno para que produjera el efecto deseado por la acusación.

El fiscal que lo acusó fue Frederick Edwin Smith, conservador inglés, amigo de los unionistas norirlandeses y enemigo declarado de la independencia de Irlanda. Smith no sólo acusó de traidor a Casement, sino que contribuyó a lanzar una sucia campaña de desprestigio contra él por su homosexualidad (entonces socialmente rechazable y legalmente punible). Esa campaña tuvo como objetivo desviar las simpatías que Casement despertaba entre amplios sectores de la opinión no sólo de Irlanda, sino también de la propia Gran Bretaña.

Hurgaron en su ano, investigaron sus intestinos, para intentar extraer una prueba de su homosexualidad. En algún momento, confirmar su orientación sexual pareció el objetivo oficial preferente, por encima de su adhesión a la causa de los rebeldes.

Una figura contra la explotación y el maltrato

Mediante aquellas intrigas siniestras, también querían hacer olvidar dos características de Roger Casement: su carrera diplomática y administrativa, dentro del marco del funcionariado colonial británico, y sus denuncias de diversas brutalidades de las que había sido testigo.

Tras trabajar en una empresa comercial británica (desde los 15 años) con intereses en aquel continente, fue enviado a África. Su curiosidad imbatible, le llevó a aprender varias lenguas africanas. Más tarde, en 1892, entró en el servicio colonial británico, donde ejerció diversos cargos diplomáticos.

Entonces, publicó un informe de 60 páginas –algunos lo consideran un investigador y reportero eficaz- en donde ofrecía los detalles del trato brutal que sufrían los trabajadores congoleños, y la población nativa en general, bajo el dominio de Leopoldo II, rey de los belgas. En sus escritos no hay sensacionalismo, sino reflejo de lo que veía y analizaba. En Sudáfrica, criticó a los boers por su forma de tratar a los habitantes negros del país; pero luego hizo lo mismo con sus conciudadanos británicos. Pocos años después, una comisión parlamentaria belga confirmaría lo referido en el informe Casement. Y parte de esa experiencia sería compartida y aprovechada por su amigo y escritor Joseph Conrad, quien –sin embargo- se negó a pedir clemencia por él cuando Casement fue juzgado.

En 1911, había obtenido el título de Sir por sus servicios en la Administración imperial. Era hijo de padre inglés, protestante y militar, y madre católica irlandesa. Huérfano de ambos cuando era un niño, lo criaron unos parientes como católico (su madre le había bautizado en secreto). Entonces, las discriminaciones por esa pertenencia comunitaria persistían en Irlanda. De modo que puede que fuera por esas circunstancias, por lo que Casement se inclinó siempre más tarde por los más explotados de la sociedad. Además de su informe del Congo, es conocido por haber hecho otro –cuando era cónsul en Perú- sobre las condiciones de los trabajadores indígenas en las plantaciones de caucho del río Putumayo. Algunos reportajes de denuncias en el mismo sentido tienen firmas que pueden esconder la autoría de Casement, ya que él como diplomático no podía asumir aquellas denuncias públicas. Su informe oficial, hecho público en 1912, tuvo un gran impacto en varios países.

Como republicano irlandés

Se retiró definitivamente en agosto de 1913, aunque ya lo había hecho parcialmente unos años antes. Depresivo, desilusionado y distante de las instancias oficiales, se unió a los Irish Volunteers tres meses después. Esos Voluntarios Irlandeses eran una organización paramilitar, vinculada a los grupos nacionalistas irlandeses, que surgió como autodefensa frente a los Ulster Volonteers, grupo paramilitar protestante norirlandés.

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Casement terminaría sus días como un héroe trágico, como una víctima tanto de la represión política como del odio dominante hacia los intelectuales homosexuales de la época victoriana. Su inteligencia y valor escondían su fragilidad existencial. La acusación contra él utilizó un documento privado: los llamados Black Diaries, donde se supone que Casement había reflejado su vida sexual. Aunque fueron utilizados por el acusador público, y se filtraron extractos de esos textos para intoxicar a la opinión pública, los Black Diaries no fueron desclasificados por el Reino Unido hasta 1959.

La intención clara fue mostrarle antes los lectores de periódicos como “un degenerado” para restar simpatías a su causa personal y la de los rebeldes irlandeses. Ha existido una polémica sobre la verdadera autoría de esos diarios, pero durante los últimos años parece aceptarse que son auténticos. Lo importante es que los servicios británicos utilizaron su vida privada contra él, como lo hicieron en otros casos con figuras del nacionalismo irlandés.

Durante la I Guerra Mundial, Irlanda vivió las turbulencias de quienes favorecían o se oponían al reclutamiento de irlandeses para luchar con las tropas británicas en las trincheras de Europa. Fue en ese contexto en el que Roger Casement ayudó a crear los Irish Volunteers, que estaban por la independencia y contra la participación en la Gran Guerra.

Se encargó de viajar secretamente a Alemania para conseguir armas para los rebeldes de su isla de origen. Fue capturado tras desembarcar de un submarino alemán en una playa irlandesa del condado de Kerry (suroeste de Irlanda). Faltaban pocos días para la fecha fijada por los líderes de la rebelión para empezar las hostilidades contra el poder británico. Intentó en vano convencer a sus compañeros de que los preparativos y el armamento de que disponían eran insuficientes. Quiso detener la revuelta en marcha, pero no lo logró.

Pereció en la horca, como si fuera un vulgar malhechor, y no fusilado como James Connolly y otros rebeldes irlandeses.

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En 1965, la República de Irlanda repatrió sus restos, que seguían en territorio inglés. La ciudad de Dublín vivió una gran ceremonia pública, con presencia de multitudes en las calles, en una serie de actos de homenaje encabezados por el presidente Éamon de Valera, único líder de la Rebelión de Pascua que aún seguía vivo. Hoy, 3 de agosto de 2016, y cuando acabo de escribir estas líneas, leo que ciudadanos congoleños residentes en la República de Irlanda se han sumado a los actos de memoria que recuerdan la figura de Roger Casement, aquel rebelde humanista que fue ejecutado hace cien años.

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Turquía: golpe fallido y proyecto autoritario

erdroganLos autores del golpe de Estado fallido en Turquía han sido detenidos. El presidente Recep Tayyip Erdoğan cree que están vinculados al intelectual (o clérigo islamista) Fetullah Gülen, exiliado en Estados Unidos, su antiguo aliado. No está claro que sea así.

Entre los detenidos, se encuentra Akin Özturk, exjefe de las fuerzas aéreas. El domingo, el número de detenidos por presunta implicación en el golpe superaba la cifra de seis mil personas. La mayoría de los arrestados son oficiales, soldados y militares de todos los niveles jerárquicos: cadetes de academia, jefes de la gendarmería, responsables de unidades blindadas o de las fuerzas aéreas.

Según dice en el diario Le Monde Ahmet Insel, catedrático emérito de la Universidad de Galatassaray, otros altos jefes militares son acusados de permisividad o inacción hacia los militares rebeldes, lo que revela más bien imprevisión de los golpistas. Hay coincidencia en señalar la mala preparación del golpe.

Los rumores y fulgurantes teorías del complot hablan -entre otras cosas- de “autogolpe” de Erdogan para deshacerse de potenciales rivales civiles o militares. Han empezado las detenciones y destituciones de quienes lo detestan en el seno del aparato judicial. Y en la etapa histórica de Erdogan no es la primera vez que altos funcionarios militares son detenidos y juzgados por presuntas acciones preparatorias de golpes de estado. En cualquier caso, se ha demostrado el progresivo debilitamiento del viejo poder militar laico desde que Erdogan y su partido, el AKP, llegaran al poder.

Por un nuevo Plan Marshall

inmigracion vallasCentenares de miles de personas vienen acercándose a Europa desde Oriente Medio y desde el Sur del Sahara. Huyen de las guerras, de los conflictos civiles, de la pobreza y de las miserias.

Muchas de ellas, han permanecido desesperadas en los campamentos de refugiados del Líbano, Jordania, Turquía, Somalia o Kenia en los que arrastran algo peor que una lóbrega existencia.

Hartas de tantos sufrimientos decidieron movilizarse hacia otros lugares, para volver a sentirse vivos rehaciendo, si les era posible, su vida cotidiana. Con ese propósito desplegaron sus expectativas numerosos grupos de refugiados políticos y de migrantes económicos irregulares. La coincidencia de unos y otros se justifica porque ambos movimientos utilizan los mismos itinerarios, los mismos servicios, que les facilitan los mismos traficantes al proporcionarles los mismos falsos documentos.

Todos pensaban que en Europa no les faltaría de nada, ya que los habitantes de este viejo continente llevaban décadas siendo gobernados por regimenes democráticos que defendían los derechos fundamentales de los ciudadanos, hasta el punto de que la miseria, que existió en otro tiempo, ahora no es sino un recuerdo lejano y distante (Barón y Fischer).

Sorprendentemente, la mera presencia de estos desdichados seres ha dado origen, entre muchos europeos, a un retroceso enfocado hacia identidades nacionalistas, individualistas, cuando no xenófobas. Estas llegadas hicieron que se sintieran presionados por los que venían de fuera. Se les oía decir que esas personas les roban los puestos de trabajo existentes, sobre todo a los que perciben los salarios más bajos. A la vez expresan otros temores: una intensa afluencia de extranjeros podría socavar sus valores culturales contribuyendo a la islamización de las sociedades europeas.

Debajo del rechazo a la acogida lo que existe es el temor a que se debilitara el muro de seguridad que en otro tiempo protegió a muchos ciudadanos europeos.

La desnuda realidad de la política migratoria europea, está determinada por las carencias que produce la ausencia de una política común junto con la emergencia de respuestas unilaterales por parte de los Estados miembros (Sutherland). Prueba de ello es que entre la floresta que viene creciendo nos encontramos con quien ha adoptado las antiguas medidas del “no pasarán”, mientras que otros han preferido acudir a Turquía, subcontratando con ella la gestión de la política de los recién llegados.

De una manera o de otra, la crisis de los refugiados ha partido a Europa en dos. Una que, ante este atroz drama, proclama que debe anteponerse la protección de los derechos humanos aplicando para ello instrumentos políticos solidarios. Otra que reclama la conveniencia de fortalecer las identidades nacionales y étnicas ante lo que consideran una amenaza civilizatória.

Detrás de estos planteamientos un mensaje, algo más que subliminal, estuvo deslizándose “lo principal es detener las llegadas” (Vaquer) porque una inmigración que es excesiva constituye una amenaza al bienestar europeo.

Alemania y la Comisión Europea pidieron una respuesta común mientras que el grupo de Visegrado (República Checa, Polonia, Eslovaquia, Hungría y varias repúblicas balcánicas) defendió una política restrictiva cerrando las puertas y levantando vallas. Se enrocó pidiendo reforzar las fronteras exteriores de la Unión, mitigando el efecto llamada provocado por una política de brazos abiertos y a la vez que propuso ayudar a países terceros a contener el flujo de refugiados que se dirigen hacia el mismo centro de Europa (P. Morillas).

El resultado de la confrontación se ha traducido en una solución que algunos presentan como ecléctica, un Acuerdo con Turquía para que readmita a los emigrantes económicos irregulares y acepte recibir de vuelta a potenciales demandantes de asilo. La materialización de este Acuerdo que para muchos se sitúa en el límite de la legalidad.

En un somero análisis del mismo nos encontramos con que desde su firma las llegadas de refugiados han caído espectacularmente. Pese a semejante alivio el Acuerdo se enfrenta con graves dificultades. De un lado las reticencias griegas a aceptar el mecanismo de expulsión de demandantes de asilo, ya que cuestiona que Turquía pueda ser considerada como un país seguro en el que la protección de los derechos es similar a la que dentro de la UE se  proporciona a estas personas. De otro, la resistencia de las autoridades turcas a cambiar su legislación antiterrorista en un momento en el que están soportando una oleada de atentados en su territorio.

Un gran desafío Hasta aquí he venido realizando un análisis parcial que conviene enfocarlo desde una perspectiva más general. Lo que está ocurriendo en las islas del Egeo y en el Canal de Sicilia es la consecuencia del estallido de las políticas migratorias europeas, después de 30 años de medidas continuadas de contención. Con ellas se han acumulado una serie de demandas migratorias que no han podido –ni podrán- resolverse a través del control de las fronteras. A la opinión pública conviene explicarle que los flujos migratorios seguirán.

Por tanto nos encontramos ante algo bien distinto de lo que venía ocurriendo, que obliga a señalar qué tipo de medidas hay que adoptar, puesto que las aplicadas ahora son poco útiles. Los inmigrantes han de tener menos estímulos para lanzarse al mar o para encaramarse en lo alto de unas vallas llenas de alambres de púas. Para conseguirlo deberían habilitarse vías legales y seguras que faciliten la entrada regular al ámbito laboral europeo.

Igualmente han de explorarse las posibilidades que ofrece una estrategia que se proponga invertir las causas que, en los países de origen, empujan a estos movimientos de seres humanos. Abrir el angular resulta imprescindible. Junto a las tareas que deben desencadenarse in situ es preciso aplicar otras, en los Estados miembros de la UE, destinadas a fortalecer los mecanismos de cooperación. Los severos ajustes y los recortes presupuestarios y financieros que conllevan las políticas de austeridad, se han traducido en una drástica reducción de los medios que para el desarrollo recibían estos países antes de 2007.

En ningún lugar estas políticas resultan gratuitas, por lo que, cuando se aplican no debe ignorarse las consecuencias que ocasionan en el contexto regional extraeuropeo. Aunque solo sea porque se empuja hacia zonas de miseria a millones de personas que viven en las fronteras de la riqueza (S. Nair). Una dinámica económica de esta índole desencadena por sí sola un efecto expulsión difícilmente contenible. Por tanto, junto a las carencias habituales que padecían los países atrasados de África y Asia, se han producido otras ocasionadas por nuestras políticas. El resultado se ha plasmado en una explosión demográfica que ha redoblado el deseo de emigrar, una enorme desbarajuste social, junto con una permanente inestabilidad política y militar.

Todo ello ha provocado un crecimiento exponencial de la desigualdad que empuja a que estas personas depositen sus esperanzas en la adquisición de un billete –solo de ida- con el que huir del horror y de la miseria (Goytisolo y De Luca).

¿Cómo hacer frente a esta situación? La UE debería implementar un abanico de actuaciones entre las que destacan:

- Resulta indispensable facilitar las vías legales a la inmigración si se quiere evitar que la inmigración clandestina continúe. El caso español es un buen ejemplo de lo que digo, en el año 2007 favoreció una regularización por razones de arraigo laboral que permitió otorgar 578.000 permisos de trabajo.

Además hay que incrementar las vías legales y administrativas para pedir las solicitudes de asilo. Con unas y otras aumentará el número de admisiones hecho a favorecer aunque solo sea porque en Europa se necesita disponer de un poderoso acelerador demográfico, del que se carece hoy en día.

- La necesidad de llevar a cabo un significativo aumento de la ayuda al desarrollo, en los países no comunitarios, con el fin de estabilizar en ellos sus poblaciones.

Téngase en cuenta que en algunas zonas afectadas por los movimientos migratorios la población está creciendo y no poco. Según los cálculos de la ONU en el África subsahariana el aumento de población se aproxima a 200 millones de personas por década. A esta cifra hay que añadir otra igualmente destacada, el África subsahariana no ha reducido su tasa de pobreza en los últimos 25 años. Según el Banco Mundial “solo consiguió sacar a un 28% de la población de la penuria económica”.

- Ni que decir tiene que estas actuaciones adquieren una magnitud tal que por sí solo no pueden ser afrontadas aisladamente por ningún Estado miembro de la UE. Solo podrían llevarse a cabo mediante una política común de largo alcance.

¿Un Plan Marshall?

Comenzaré recordando un discurso histórico pronunciado por George Marshall en la Universidad de Harvard (1947) en el que señaló que el desarrollo económico compartido era la única forma de crear una paz duradera. En él recalcó que la ayuda debía ser integral para así promover un progreso y un desarrollo reales. “Esa asistencia no debe darse a cuenta gotas conforme se suceden las crisis. Toda asistencia... debe ser un remedio y no un simple paliativo”.

Estas ideas tienen mucho que enseñar a quienes se propongan aumentar la capacidad productiva de las economías pobres. Pues bien, la Comunidad Europea ha anunciado que propondrá a los veintiocho un plan para tratar de frenar el flujo migratorio en los países de origen. Los detalles del mismo se darán a conocer en el otoño.

La propuesta incluye un fondo de inversiones similar al que se ha creado en Europa para impulsar su economía. El planteamiento es idéntico al establecido en el Plan Juncker. Los poderes públicos aportan una cantidad de dinero concreta que sirva para detonar el proceso atrayendo inversiones privadas.

Hasta aquí recuerda al Plan África que España, en 2006, puso en práctica para reducir la llegada de inmigrantes: inversiones, ayuda al desarrollo y acuerdos de Cooperación Migratoria desde los que se apoyó al despliegue de capacidades administrativas y materiales para que los 12 países que los suscribieron pudieran controlar sus fronteras.

En la propuesta que barajan en Bruselas los Estados receptores serían Túnez, Líbano, Jordania, Níger, Nigeria, Mali, Senegal y Etiopía.

La idea es premiar a aquellos países que cumplan con sus obligaciones internacionales, de readmitir a sus propios ciudadanos, pero a la vez hacer asumir las consecuencias de sus decisiones a quienes rehúsan colaborar en readmisiones y retornos.

Vincular cooperación y emigración, es correcto, aunque en la aplicación que España hizo, en 2006, prevalecieron los incentivos positivos para lograr la colaboración de los receptores de las ayudas.

Es pronto para realizar una valoración de lo que se pretende la Comisión. Lo poco que se conoce de ella incorpora planteamientos discutibles por diversas razones, habrá de esperarse a que más adelante se presente la propuesta más definitiva.

Un poco de historia sobre el "out is out

brexit2"Si yo supiera algo que me resultara útil y fuera perjudicial para mi familia, lo rechazaría de mi mente. Si supiera algo que resultara útil para mi familia y que no lo fuera para mi patria, intentaría olvidarlo. Si supiera algo que resultara útil para mi patria y que fuera perjudicial para Europa y para el género humano, lo consideraría un crimen", decía Montesquieu en sus Pensées diverses. A tenor de lo visto en Europa desde la crisis de 2008 y con el resultado del Brexit, si hoy viviera el abate Saint-Pierre, otro de los padres de la idea de Europa, diría que "aún estamos a doscientos años" de lograr la unidad del continente.

La vispera del referéndum británico del Brexit que dio la victoria a los partidarios de dejar la Unión Europea por el 51,9% de los votos, el presidente de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker, manifestó que, de producirse tal resultado, no habría "renegociación posible", ya que "fuera es fuera" ("out is out"). Una frase que sorprendió y fue criticada. La razón de esta expresión se debe a la tradicional y controvertida postura de Gran Bretaña, con respecto a la Unión Europea y sus antecesoras, de estar digamos que a medias tanto desde que entró como antes de ello.

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