Un pequeño rincón de Europa. La decadencia.

Suben las temperaturas y comenzamos a viajar por nuestra geografía, antes nacional y ahora moderna y europea, siguiendo las recomendaciones de añejas guías de viaje como: Somos únicos, Como lo nuestro, nada y Qué lindo es mi pueblo. Y nos encontramos sorpresas...

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Lo que más me impresionó, lo que más, lo que más, y eso que el pueblo tiene cosas lindas, porque las tiene, qué caramba, pero lo que más, lo que más, lo que más, hasta el punto de que llevo días dándole vueltas, fue el plato de almejas sobre la barra del bareto pegado a la muralla. Deduje que eran almejas por el tamaño de las conchas, porque estaban cubiertas de una extraña salsa, no amarilla, sino amarillenta, para ser preciso. Debían haber sido cocinadas a primera hora de la mañana, eran las ocho de la tarde y allí estaban, sobrevoladas por moscas y otros dípteros. Si alguien se atrevió a degustar los moluscos bivalvos al término de la jornada, seguramente apareció unos días más tarde en las páginas del diario local como fallecido en medio de una horrorosa agonía. Porque aquello no podía causar una intoxicación mediana, sino la muerte, directamente, en medio de horribles dolores medievales. Qué pena. Moluscos recogidos con esmero, transportados seguramente de manera cuidadosa manteniendo la cadena de frío para terminar de esa manera.

En el lusitano y vecino país, tan ignorado como despreciado muchas veces, el local habría sido cerrado hace años.

El bareto era, por lo que vi después, una buena representación del pueblo, con las paredes cubiertas de mugre y grasa, botellas añejas, precios de platos, chuches para los infantes y los habituales billetes de lotería. En el mostrador, sin cubrir, se acumulaban otra larga serie de productos presumiblemente tóxicos, bocadillos, montados y pinchos de varias especies, todas ellas grasientas y de oscura apariencia. Todo muy medieval, ya digo.

Cameron aprieta pero no ahoga a la BBC

Publicado originalmente en Periodismo Global: La otra mirada

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Se esperaba que el Libro Blanco (White Paper) del gobierno Cameron dinamitara la BBC. No ha sido para tanto, pero la propuesta lleva en si las semillas para un radical debilitamiento del organismo que ha sido modelo del servicio público en toda Europa y que es, sin duda, la más poderosa organización audiovisual del mundo.

El Libro Blanco es la propuesta del gobierno conservador para la renovación de la Carta Real, la norma que confía el servicio público y sus misiones a la BBC. Ha venido precedido por una gran polémica, dada la confesada animadversión del Secretario de Cultura contra la Corporación. John Whittingdale ha llegado a decir que la desaparición de la BBC era una posibilidad muy tentadora. Por eso el informe se ha acogido con un cierto alivio.

En cualquier caso, el proceso no deja de suscitar envidia. Para elaborar este documento se ha recogido las aportaciones de más de 192.000 ciudadanos, 300 organizaciones, las opiniones de otros 4.000 en una encuesta y dos informes de expertos independientes. Y a partir de aquí se abre el debate que concluirá con la aprobación de la nueva Carta, que entrará en vigor el 1 de enero de 2017, con una validez de 11 años para desacoplar su vigencia de los períodos electorales.

Fernando Alvarez de Miranda, un modelo de europeismo

fdo alvarez mirandaPublicado originalmente en movimientoeuropeo.org.

Precisamente la víspera del Día de Europa, a cuya ceremonia en Madrid nunca faltaba, nos ha dejado, víctima de un infarto, Fernando Alvarez de Miranda, Presidente de honor del Consejo Federal Español del Movimiento Europeo. Todo el europeísmo de España se siente de luto y vive con dolor su fallecimiento.

Había sido nuestro Presidente desde 1978 a 1986. Bajo su presidencia el Movimiento Europeo de España dejó de vivir en el exilio, en el que forzadamente tuvo que actuar durante el régimen franquista, bajo las presidencias de Salvador de Madariaga, Rodolfo Llopis, Manuel de Irujo y Miguel Coll i Alentorn. Era el año de la aprobación de la Constitución, con la que España no sólo recuperaba la democracia sino que, por ello mismo, se ponía en condiciones para adherirse al proyecto de integración europea.

Fernando Alvarez de Miranda, político de estirpe democristiana, mantuvo un fuerte y constante compromiso con el europeísmo desde los años 50. Perteneció a ese grupo de políticos españoles que tuvieron la intuición de identificar la causa de la reconciliación y de la democracia en España con la causa de la Europa unida, según el impulso de los “padres fundadores”. Y fue uno de los promotores de la constitución en el lejano 1954 de la Asociación Española de Cooperación Europea (AECE), uno de los núcleos más activos del europeísmo en la España interior durante la dictadura de Franco. Ejerció la responsabilidad de la Secretaría General de la AECE durante muchos años. En ella muchos jóvenes españoles de entonces nos formamos en los ideales de  una Europa integrada, edificada bajo los valores de la paz, las libertades, la democracia, el imperio del Derecho, el pluralismo político y la solidaridad.

La AECE, entonces presidida por José María Gil-Robles, fue un sujeto decisivo en la preparación del llamado “contubernio de Munich” (junio de 1962), junto con el Consejo Federal Español del Movimiento Europeo en el exilio, presidido por Salvador de Madariaga. En la AECE se elaboró el borrador de declaración, que sirvió de base para el texto que se adoptó por consenso en el Congreso de Munich, y se configuró el nutrido grupo de participantes que del interior de España acudieron a la ciudad bávara.

L'Humanité, los 112 años de un diario en peligro

Publicado originalmente en Euroxpress

L'Humanité, ejemplar del 22 de julio de 191

Fue otro 18 de abril cuando se publicó por vez primera L’Humanité, un diario militante. Fue en 1904, hace 112 años. Jean Jaurès fue su fundador. Ahora la supervivencia del diario está en peligro y es preciso reivindicarlo.

El espíritu de Jaurès subyace estos días en la plaza de la República de París, como antes en la Puerta del Sol y en todos los puntos del planeta en los que la cólera social se ha expresado rebelándose contra los adeptos del cinismo financiero y los paraísos fiscales.

Patrick Le Hyaric, director de la publicación, ha lanzado el grito de alarma sobre las finanzas del histórico diario: «L'Humanité pende de un hilo». A finales del año 2015, L'Humanité seguía vendiendo 37.000 ejemplares impresos, pero para lograrlo perdía 50 céntimos por ejemplar vendido. Las ayudas que recibe son menores que otros periódicos y no acepta cualquier tipo de publicidad.

L’Huma, como se dice familiarmente, fue primero un diario socialista, luego comunista. En 1994, abandonó su subtítulo de “órgano central del Partido Comunista Francés”. De algún modo, dejó atrás la guerra fría y sus capítulos oscuros. Se constituyó una nueva sociedad editora y las páginas de L’Humanité hicieron un esfuerzo para regresar a los orígenes. Ahora pertenece a accionistas individuales y a la Sociedad de Amigos de L'Humanité. En la evolución del diario, quedó claro a finales del siglo XX que sus lectores, militantes o no, querían ver reflejadas en sus secciones una visión más abierta de la izquierda francesa y planetaria.

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