El capitán François Hollande frente a las tormentas

Publicado originalmente en Euroxpress

Hollande Barroso BruselasCE

«Bonjour, monsieur le Président», contesto al saludo de  François Hollande. Con gran sorpresa, lo veo subir al mismo vagón de segunda del tren Thalys en el que yo regreso a París desde Bélgica. Sube, claro está, con  guardaespaldas y acompañantes. Soy la única persona ajena a ese séquito que espera de pie, en el descansillo del vagón del tren a punto de arrancar. Y al llegar a la Estación del Norte de París, Hollande me saluda de nuevo porque reconoce a mis colegas Mario Guastoni (Révue parlementaire) y  Olivier Dalage (Radio France Internationale), que están conmigo.

Cuando  Olivier le dice que volvemos de la Asamblea de la Federación Europea de Periodistas, pide algún detalle, antes de bromear ante quienes lo acompañan: « Voilà, des gens plus importants que nous! ».

Aunque el encuentro sea necesariamente breve, no tengo la impresión del personaje débil y triste que relanzan día a día ciertos medios. Tres días después, el boletín oficial confirma la posibilidad de matrimonio entre personas del mismo sexo. Una ley que nace tras meses de agitación callejera, a ratos virulenta, por parte de una coalición heteróclita de grupos  diversos -y amplios- de la Francia más conservadora.

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UE: ¿Cómo recuperar al ciudadano europeo?

Los ciudadanos europeos cada vez creen menos en la UE, ¿cómo se puede recuperar ese apoyo? He aquí algunos consejos de lo que podría ser una Unión más participativa y democrática.

UEciudadanos

Aunque nos duela, reconozcamos que desde el inicio de la crisis la UE pierde apoyo ciudadano en todos sus Estados miembros, incluidos los más europeístas, como España. Así lo dicen los sondeos y así lo percibimos todos los días.

Las razones son tres: la ineficacia y la tardanza de las medidas adoptadas para recuperar el crecimiento y la creación de empleo; la orientación única a la austeridad por la austeridad de tales medidas, que muchos identifican (con razón) como la causa del debilitamiento del modelo social europeo o, si se quiere, del Estado de bienestar y la forma en que son adoptadas las decisiones, percibidas como opacas e incluso contrarias a la soberanía y la democracia de los países miembros, sin un reequilibrio en la esfera europea en sentido contrario.

Así que conviene no engañarse: ese descenso solo se parará o revertirá si la Unión da un giro a sus decisiones frente a la crisis, tanto en los objetivos (entre los que la lucha contra el desempleo debería ser de verdad la prioridad de las prioridades) como en los contenidos (abandonando el dogma de la reducción del déficit público como la cura para todos los males y retornando a propuestas de carácter keynesiano).

Sobre esa base cobra sentido plantearse culminar la unión política federal en estos momentos, sabiendo que ni es una meta fácil ni se conseguirá pasado mañana. Lo que no es posible es tratar de seguir avanzando en unos terrenos sin hacerlos en otros, provocando un desarrollo desigual de la construcción europea: a cada paso en unión económica debería corresponderle uno similar en unión social y ambos, a su vez, estar enmarcados en el avance hacia la unión política federal.

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