El momento de inclinar la balanza

Obama se enfrenta a una situación enormemente compleja tras el último ataque israelí  en aguas internacionales a la flotilla de ayuda humanitaria que salió  de Turquía con destino Gaza, y que ha tenido como principales consecuencias la muerte de al menos diez activistas, más de 620 detenciones y más de 50 personas heridas. El primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, ha cancelado su visita a Estados Unidos, prevista para principios de esta semana. En ella Estados Unidos pretendía llegar a un acuerdo con Netanyahu para anunciar nuevas conversaciones de paz con Autoridad Palestina, pero lo planes se han ido a pique y la diplomacia norteamericana debe mover ficha mientras el mundo entero espera su juicio.

De momento ya se han aventurado a emitir un comunicado para anunciar que se pedirán explicaciones y que lamentan “la pérdida de vidas...”. Fanfarria. Saben que no pueden jugar rápido y condenar el ataque, sabían que no podían utilizar su poder de veto en el Consejo de Seguridad de haber habido una resolución de condena al Gobierno de Israel. Lo saben y por eso no moverán ficha hasta que empiecen a verse reacciones. Obama no puede jugársela en esto y sabe que el está en el punto de mira. Su política exterior puede irse al garete si no actúa bien.

Si hasta ahora Obama había liderado las conversaciones de paz entre palestinos e israelíes, el ataque a la flota de ayuda podría interpretarse como una demostración de fuerza por parte de Israel, una provocación quizá, para intentar recordarle a Obama quién ha poseído las riendas de su gobierno hasta ahora: Israel.

Adiós a las negociaciones de paz, bienvenido el caos. La comunidad internacional condena el ataque pero no aislará al Gobierno de Israel como ha hecho éste con Gaza. La retirada de embajadores sería una buena medida de repudio y de condena, porque ¿de qué sirve condenar si al día siguiente continúa la venta de armas de España a Israel? Las mismas armas que se venden a Israel son las que se utilizan para disparar a los palestinos, a los que se considera terroristas. Es sólo una cuestión de imagen pública. La guerra es un negocio muy rentable. Mercado de armamento, industria farmacéutica, transportes, medios de comunicación. Todos ganan dinero con un conflicto así. La dificultad está en hacer ver este hecho. Y ahí es donde juega un papel imprescindible el periodismo preventivo y de investigación. Ahora más que nunca.

El hecho de que se considere terroristas a los palestinos requiere una explicación, un arreglo, que echo en falta en los medios de comunicación. Palestina no es un Estado, por tanto toda violencia que salga del pueblo palestino es considerada sin ninguna dilación terrorismo, un término que ni tan siquiera los expertos en Relaciones Internacionales logran definir con consenso. Israel comente crímenes de Estado y sin embargo no se les aplica ese estatus de terroristas: hay Estado, hay un ejército legítimo para ejercer el uso de la violencia. Eso no quiere decir que tengan más legitimidad para atacar, pero según el Derecho Internacional, si un estado se ve atacado, el uso de la violencia es legítimo para la defensa. ¿Qué legitimidad tiene Palestina, en términos legales, para defenderse de Israel cuando es bombardeada si no se reconoce un Estado Palestino? ¿Por qué se sigue permitiendo que al miliciano de turno se le llame terrorista? No pretende ser esta una defensa del terrorismo. Hamas, por ejemplo, puede haber matado a civiles pero, ¿no lo ha hecho también Israel? ¿No lo ha hecho a propósito? Basta de mentiras. Basta de eufemismos. Llamemos a las cosas por su nombre.

Ni la ONU, ni la Unión Europea, ni Estados Unidos moverán un dedo más allá del que se utiliza para  ordenar el envío urgente de un comunicado de prensa. Es ahora y no más tarde, cuando mueran más activistas internacionales (cada día muere algún miliciano o civil en las calles de Gaza y no se hace nada), cuando es necesario moverse rápido. El quinto poder del que habla Ignacio Ramonet, el poder social, el poder crítico de quienes vigilan a los medios de comunicación y a los gobiernos y mercados, debe alzarse y decir ¡basta!