Putin no cederá en Ucrania mientras afianza su estrategia de intentar dividir a Europa

Publicado originalmente en Zoomnews

Un policía detiene al opositor asesinado, Boris Nemtsov, durante una manifestación en Moscú / Yuri Timofeyev

Demasiado grosera para ser verdad. La sospecha de que el Kremlin pudiera estar detrás del asesinato de Boris Nemtsov, exgobernador de Nizhni-Novgorod, exviceprimer ministro de Boris Yeltsin, y actual diputado y copresidente del Partido Liberal RPR-Parnas, sería tan ostentosa que es muy improbable que sea cierta. El presidente Vladímir Putin, buen jugador de ajedrez y avezado karateca, no puede haber caído en semejante extravagancia.

Cierto es que Nemtsov había declarado hacía apenas dos semanas sus temores a que Putin ordenara asesinarle, y que su labor de oposición en la Duma, pero sobre todo en la calle y a través de la publicación de numerosos informes, se había convertido en un zumbido demasiado molesto para los planes y estrategias que va dibujando el líder del Kremlin con el conflicto de Ucrania como eje de buena parte de sus movimientos. Pero de ahí a colegir que Putin pueda haber dado orden de liquidar a Nemtsov, hay un salto excesivamente arriesgado.

Reo de anatema absoluto

Desde el estallido en Kiev del movimiento denominado Maidan, impulsor del acuerdo de adhesión de Ucrania a la Unión Europea, Nemtsov había sido de los escasos políticos rusos que defienden el derecho de Kiev a integrarse en las estructuras de la UE, es decir, en abrazar los extensos principios de libertad y democracia que rigen en la Unión. Reo, pues, de anatema absoluto, por cuanto choca frontalmente con la tesis que sostiene Putin: allá donde se encuentre una comunidad rusófona Moscú tiene el deber de socorrerla. Tesis ésta sobre la que ha sustentado la anexión de Crimea, la escisión de las repúblicas de Lugansk y Donetsk, y la previsible extensión de ambas a Mariúpol hasta enlazar precisamente con Crimea, llegar hasta Odessa y reeditar en consecuencia la antigua Novorossiya de los zares.

Nemtsov era, pues, un aliado objetivo de Kiev y de Bruselas, que no dejaba dudas sobre las causas de la guerra de Ucrania: "Viktor Yanukóvich [el anterior presidente ucraniano] traicionó a su pueblo guiado por los consejos de Putin". Una acusación que pensaba ahondar este domingo con una manifestación en Moscú, que se presumía multitudinaria, en la que los diversos lemas que exhibirían las pancartas acusaban al presidente ruso de haber llevado al país a la guerra.

 

Once manifestaciones contra una

El evento preocupaba tanto al Kremlin que las huestes de Putin habían convocado a su vez nada menos que otras once manifestaciones para contrarrestar los efectos de la organizada por Nemtsov. El asesinato del líder ha tenido como consecuencia inmediata la desconvocatoria de la demostración, de manera que la incomparecencia le ahorra a Putin los previstos gritos de condena en una, y los previsibles gastos en los extras de las otras once.

¿Quién es por tanto el sicario que le ha descerrajado los cuatro tiros a Nemtsov a orillas del río Moscova? Dmitri Peskov, portavoz del Kremlin, anuncia una investigación exhaustiva tras calificar el acto de "exclusivamente provocador". El FSB (antiguo KGB) es el encargado de las pesquisas. Veremos hasta dónde llega la profundidad de sus informes y la cuantía y calidad de sus detenciones, tanto del presunto asesino a sueldo como de los también presuntos instigadores.

En todo caso, ser opositor en Rusia al inmenso poder de Putin es garantía de grandes incomodidades, aunque no hasta el punto de la liquidación física, al menos en el último decenio. Cierto es que una figura emergente de oposición como Alexei Navalny pasa la mayor parte de sus días entre manifestaciones, arrestos, collejas de sus custodios, comparecencias ante los jueces, periodos de cárcel de varias semanas, y vuelta a empezar. Y que antiguos oligarcas que albergaron ambiciones de discutirle la supremacía al líder del Kremlin han terminado en el exilio o plegados a sus órdenes.

Putin junto al primer ministro de Hungría, Viktor Orban / Getty
Putin junto al primer ministro de Hungría, Viktor Orban / Getty

Transformación de la nomenklatura

Todo parecía haber entrado dentro de un orden después de los convulsos años de Boris Yeltsin, de la transformación en multimillonarios de antiguos integrantes de la nomenklatura y de la pérdida de la autoestima nacional rusa frente a la supuesta humillación que les infligía Estados Unidos y la Unión Europea.

Ucrania ha dado al traste con ese dibujo. Putin, y con él el 80% de una población que los sondeos dicen otorgarle su confianza, estiman que los Acuerdos de Minsk 2 no son el fin de la partida. Ven a Europa con muchas grietas por las que introducir los dañinos microbios de la división. A ello se están aplicando. Recibido Putin en Budapest con todos los honores, el primer ministro húngaro, Viktor Orban, se mostraba partidario de levantar las sanciones a Rusia "por la irracionalidad que supone encerrar a Rusia fuera de Europa". Era la primera visita oficial de un presidente ruso a un país de la UE desde el derribo de un avión civil de Malaysian Airlines, atribuido a los rebeldes prorrusos del este de Ucrania.

También intenta atraer a Austria al campo de los que no justifican las sanciones a Rusia por la fagocitación de Crimea, y es ostensible su ofensiva diplomática hacia el Mediterráneo helénico. Primero, ofreciendo ayuda económica a Grecia, que paliaría supuestamente las duras condiciones europeas a la prolongación del rescate; luego, firmando con el presidente de Chipre, Nikos Anastadiadis, un total de once acuerdos, entre los que sobresalen el que permite a la Flota rusa usar sus puertos, el mantenimiento de las inversiones de Moscú en Nicosia así como la prolongación de los permisos de operar en Chipre a los bancos rusos Sberbank y VTB, ambos en la lista de sancionados de la UE por el conflicto de Ucrania.

Incursiones aéreas

Por mucho que se airee en Bruselas que la plena soberanía de Ucrania será restablecida tarde o temprano, ello parece cada vez menos probable. Putin ha instalado ya barreras y ejecutado acciones propias de la Guerra Fría, entre las que cabe incluir también las frecuentes incursiones de sus aviones de combate en las proximidades del espacio aéreo británico. La OTAN está haciendo lo propio en los cielos de los países bálticos, una presa muy codiciada por Moscú.

Tampoco hay que situar la estrategia rusa en el mapa reactivo de la improvisación. Novaya Gazeta, uno de los pocos medios realmente independientes que subsisten en Rusia, daba a conocer esta semana un memorándum encargado supuestamente por la Presidencia rusa en 2013 en el que se desvela la estrategia seguida finalmente en Ucrania.

El documento, redactado con varios meses de antelación, prevé la destitución del entonces presidente ucraniano Yanukovich, y propone que Moscú utilice las propias reglas de la UE sobre territorios autónomos para apoyar las escisiones tanto de Crimea como de todo el este de Ucrania. También prevé que el país, inmerso en la pelea política de "fuerzas centrífugas", se escindiría entre prooccidentales y prorrusos, "situación que debe ser aprovechada por el Kremlin actuando rápidamente".

Dmitri Peskov, vocero de Putin, califica el informe de "falso o, en todo caso, ajeno al Kremlin". Sin embargo, sus consejos y previsiones se están cumpliendo punto por punto. El memorándum no lo dice de manera específica, pero deja planear su convencimiento de que Occidente, la Unión Europea en cabeza, no harían frente a una posible escalada militar.