30 años de España en la UE. Dónde se cuentan las lisonjas y desventuras de un país…

30aniver450El 12 de junio de 1985 España firmaba su adhesión a la Comunidad Económica Europea. Era el final de una larga travesía de nuestro pueblo y de los europeístas españoles. Un sueño, por fin hecho realidad. Un sueño que los europeístas habían mantenido vivo desde el mismo momento de la declaración Schuman en 1950. Un sueño cuyas coordenadas marcó el llamado Contubernio de Munich (1962), dónde la oposición interior y exterior al franquismo, y algunas de las fuerzas que apoyaron al dictador en un primer momento y que luego comenzaron a marcar distancias, aunaron criterios y compartieron objetivos.

En Munich se dijo que España no debería entrar en las Comunidades Europeas en tanto no recuperara las libertades y tuviera un sistema democrático perfectamente homologable con nuestros vecinos europeos. Unas líneas rojas que disgustaron especialmente al dictador en momentos en que la política exterior española tenía como objetivo prioritario la salida del aislamiento.

A pesar de todo, Franco consiguió firmar con la CEE un tratado preferencial, pero no fue hasta 1977, celebradas las primeras elecciones democráticas, cuando el primer ministro de Exteriores de la recién recuperada democracia, Marcelino Oreja, viajó a Estrasburgo a solicitar la incorporación de España en el Consejo de Europa, puerta previa a la apertura de negociaciones con las Comunidades Europeas.

Treinta años después, es una buena ocasión para hacer balance de lo que hemos conseguido juntos. Y sería de ingenuos describir un camino de rosas y una llegada al paraíso. Nada es fácil, pero no creo que nadie en España pueda poner en cuestión que fue Europa la que volvió a colocar en el mapa a nuestro país y que haya sido su solidaridad la que ha posibilitado que saliéramos del ostracismo.

Pero en toda historia hay siempre claroscuros. Basta hurgar en la memoria para recordar durísimas reconversiones en los sectores de la minería y de la industria, el desconcierto de los agricultores en una transformación que les llevó a mirar más al formulario de la subvención que al cielo para ver la probabilidad de lluvia. Y la pesca, la reducción de caladeros y licencias… Y los ganaderos que ahora tendrían que acostumbrarse a una palabra extraña, excedente, que les cambiaba su escala de valores: más litros de leche no eran indicativos de más ganancias. Un mundo que se nos venía encima entre la incertidumbre y la esperanza.

Pero aprendimos a compartir, a dialogar, a negociar… Y acabamos acostumbrándonos a ver esa bandera azul con 12 estrellas en ese puente que tantos necesitábamos, y en la biblioteca, y en el instituto, y en esa carretera cuyos baches habías maldecido cientos de veces, y en esa línea de ferrocarril que ahora sí nos permitía llegar a tiempo al trabajo…

Queremos analizar estos treinta años, pero queremos poner en valor esos enormes cambios que la ayuda europea posibilitó para que las nuevas generaciones –a las que tal vez les haya tocado vivir los momentos más duros de la crisis- puedan reconciliarse con Europa, si es que han perdido su sintonía.

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