¿Una Weimar, en grande?

Análisis de las elecciones europeas con corresponsales en España en la  tertulia de Europa en suma.

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“En las elecciones de 1930, en Alemania, el Partido Nazi pasó de ser el noveno partido en el Reichstag, a convertirse en el segundo, superando incluso las expectativas de Hitler. Los comunistas también ganaron votantes, pero los partidos moderados se vieron debilitados al verse abandonados por la clase media”. De los periódicos de la época.

En primer lugar cabe preguntarse ¿Esto ha sido serio? ¿O se ha votado no con el corazón, sino con el hígado?

En segundo lugar, la buena noticia: la gente es buena, han votado muchos inscritos, teniendo en cuenta que las cosas van mal, en algunos casos muy mal, y que la desconfianza de la población en los partidos tradicionales es enorme.

Aunque los “grandes medios” han dejado de lado, una vez más, que el primer partido europeo sigue siendo el de la abstención. No se han tenido en cuenta, además,  los cientos de miles de votos en blanco o nulos y la atención se han centrado en las caídas y subidas sobre lo que se ha votado.

A pesar de todo, ¿que el PP tiene problemas a nivel nacional por la crisis y la corrupción?, pues se le vota, sobre todo en su feudos, como el barrio de Salamanca, en Madrid, o los Remedios, en Sevilla.

¿Que el PSOE tiene problemas en Andalucía, dónde no ha sacado a la región de la crisis en décadas de gobierno y tiene problemas con los EREs? , pues se le vota.

Pero surgen partidos-protesta por doquier, de ultraderecha, xenófobos, o de izquierda. Cada uno por su lado. En España pasamos de seis a diez. La seria Alemania manda nada menos que 14 formaciones a la Cámara europea, desde piratas, o protectores de animales, a los analíticos antieuropeos de Alternativa para Alemania y neonazis.  Cataluña a una izquierda no internacionalista, sino independentista ¿?  Grecia, a la izquierda dura; Italia, segundo partido, el de Beppe ( Pepito) Grillo. Reino Unido, a los racistas e insultones del UKIP, y el dulce país de la bagette, l`amour y el 2CV al ombligismo radical del FN.

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En el fondo, asegura el corresponsal en España de The Economist, Giles Tremlett, nadie toma en serio estas elecciones. En Europa, la mayor parte de la gente desconoce las instituciones de Bruselas, la Comisión o el Parlamento. Parece que lo que se vota no tendrá gran influencia sobre su bolsillo. El problema europeo, precisa, es muy complejo, pero no se vota con la cabeza, sino con rabia contra los que no quieres que gobiernen.

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Está claro que UKIP, afirma Tremlett, no va a ganar las elecciones en Gran Bretaña el año próximo, por la particularidad del sistema británico de circunscripciones, que hace muy difícil la entrada en el Parlamento de los partidos pequeños. Es muy complicado, precisa, si no se tiene una estructura muy bien montada. En esta ocasión los británicos han votado a un señor, no euroescéptico o eurófobo, sino excéntrico, que dice unas cosas muy raras o divertidas.

En el Reino Unido, asegura Tremlett, tenemos en realidad tres países, Escocia, Inglaterra-Gales y Londres. Todos lo que no viven en Londres odian a la capital. Los que viven fuera votaron a UKIP. En Londres, UKIP ha sacado solo un diputado. A mi, estima, no me preocupa que Escocia se vaya del Reino Unido, lo que me preocupa es que Inglaterra salga de la UE.

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Lo grave de Francia, señala Cécile Thibaud del francés  L`Express, es que uno de cada cuatro ciudadanos haya votado a Marie Le Pen, que más que euroescéptica, pide el cierre de fronteras y la salida del euro. La clase política gala todavía está intentando digerir los resultados. El discurso de Le Pen ha cuajado no solo en las zonas deprimidas por la crisis. Ha cuajado entre los antiglobalización, que temen la pérdida de soberanía y el desmantelamiento industrial. Le Pen, afirma Thibaud, en realidad tiene un discurso viejo que ha cuajado ahora. Un joven de cada tres vota al FN. Decimos que no tiene discurso, pero lo tiene, quiere un proteccionismo inteligente, soberanía nacional, soberanía legislativa, propone a los franceses un referéndum par salir de Europa.

Reiner Wandler, corresponsal del izquierdista TAZ alemán, es tajante: todo lo que construyeron Helmut Kohl y François Mitterrand se lo ha cargado la señora Merkel. Lo que ha sucedido es un golpe muy fuerte para el ideario de Europa, es una respuesta a lo que ha pasado en los últimos años. Y cuenta su experiencia personal. Tuve la suerte dice, de nacer a 12 kilómetros de la frontera germano-francesa. Íbamos en bici hasta el Rin, pero no pasábamos al otro lado. Allí estaban “los otros”. Mi abuelo, que había hecho las dos guerras mundiales contra Francia, nunca iba. Ya mayor, pasé un día y me di cuenta de lo que “los otros” eran iguales a nosotros. Los grandes dirigentes europeístas tenían un sueño. Pero hemos cometido errores graves y no hemos sido capaces de lograr una construcción europea. Uno de los fallos, estima, fue el euro, que mezcla países con realidades económicas muy diferentes. En realidad, hoy tenemos muchos euros distintos. En Alemania surgió el pánico y el poderoso Deutsche Bank le dijo a Merkel que íbamos a la catástrofe  porque estaba muy expuesto en Grecia y España. Pero la política de austeridad de Merkel, estima Wandler, mata el europeísmo. El ministro de Hacienda alemán, Schäuble, se dedica a dar lecciones a Francia y por menos han empezado guerras. España y Grecia eran europeístas y ya no lo son. Y la situación en Alemania es falsa. Hay dos millones de personas que trabajan ocho horas al día y no ganan lo suficiente para vivir, necesitan ayudas. Todo esto llega a la gente y Europa pasa ser un sueño a una pesadilla.

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En este punto el corresponsal de The Economist se pregunta por qué es tan fácil explicar lo que se hace mal y cuesta tanto razonar lo que se hace bien.

Rainer Wandler responde: si hay algo bueno, lo he hecho yo; si algo es malo, la culpa es de Bruselas. Lo grandes medios, decíamos, se han concentrado en los “sube “ y los “baja”. En España, en el voto-bofetada hacia Podemos, mezcla, quizá, a hijos del 15-M , a gente que, en vez de quedarse en casa, como en otras ocasiones, ha ido a votar, a desencantados de la izquierda.

Está claro que la denominada izquierda vende muy mal su discurso, si es que lo tiene. Rivas-Vaciamadrid,  vivero del PCE y de IU, se decanta por el  ¡si se puede!

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Desde fuera se ve así: Giles Tremlett cree que lo deseable es que los grandes partidos aprendan la lección y que los partidos frikis no crezcan.  Si sumamos a toda la izquierda, quitando nacionalistas y separatistas vemos que ha sacado el 47%, y la derecha ha conseguido apenas el 33. Pero si llega el momento de gobernar y se habla de coaliciones en la izquierda, habrá dolores de cabeza. Lo dramático, estima el alemán Wandler, es ver que el PSOE no toca suelo, sigue cayendo, y creo que es difícil que detenga la caída. Creo, asegura, que lo de Podemos es consecuencia de las ondas en el agua de la piedra que se lanzó el 15-M. No creo esto, estima un tertuliano, el movimiento ha recogido  votos de IU que está en una profunda crisis, a pesar de sus aparentes buenos resultados. Cécile Thibaud estima que, efectivamente, Podemos viene de una escisión de IU porque dentro la coalición no podían expresar sus ideas. Podemos no es populista, porque quiere reformar Europa. Yo hablé con Pablo Iglesias, comenta Hans-Jurgen Kellner de la Radio alemana, y cuando me aseguró que no quería salir del euro, me dije: ¡caramba!, ya no tengo reportaje... Patxi Aldecoa, ex decano de Políticas, cree que conoce bien a Podemos porque los tiene en la Facultad, y afirma que no son euroescépticos. Javier Saéz estima que Podemos intenta ser un movimiento transversal, como en Uruguay; no quiere decir que quieren ser chavistas.

Surge otra reflexión en la sala. Cuando se consolide este movimiento, afirma un tertuliano, seguramente tendrá tensiones internas, como sucediera con otro que surgió de manera similar en numerosos lugares, ¡sin Internet!, como los Verdes alemanes, que se escindieron entre realistas ( pactistas) y  fundamentalitas. ¿No es eso lo que dice la historia, profesor de Políticas?

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Días antes de las elecciones, el semanario Der Spiegel, del gran país que “domina” Europa, comentaba que en la campaña había quedado claro que los grandes partidos no habían discutido las claves pendientes de la política europea. Está claro que aunque sigan siendo mayoritarias, las dos grandes corrientes, democristianos y socialdemócratas, que han dirigido Europa, ya no están solas, porque de fondo hay un gran vocerío.

Cécile Thibaud estima que, en Francia, después de estas elecciones, no habrá disolución del Parlamento, pero las reformas serán más difíciles. Lo que nos preocupa, dice, es que Francia recupere su peso en Europa; se habla poco de los que piensan en reformar Europa. Además, está claro que en Francia se vota a dos vueltas, y en la primera la gente vota siempre con el hígado.

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Giles Tremlett, del Economist, reconoce que a él le preocupa ver como crece el mundo fuera de Europa, mientras nosotros nos peleamos como provincianos. Vamos a ser muy poca cosa dentro de 20 años, asegura; la Unión es un ejemplo de gobierno en un mundo globalizado, pero nos peleamos por tonterías.

Extrema derecha europeo

De lo visto y oído en la tertulia y en estos días caben tres peticiones: que los grandes partidos reaccionen y oxigenen sus estructuras, acercándose a la  población, no permitiendo ni un caso más de corrupción. Que Alemania, que tiene su puesto dominante por población y que se ha ganado el número uno por su pujante industria (aún con injusticias) y no por crecimientos ficticios con burbujas inmobiliarias, como otros, comprenda por fin que la austeridad es asfixiante. Que Bruselas deje ser esa estructura endogámica, ajena a las gentes y los pueblos.

Quizá no deberíamos preocuparnos tanto por el resultado de estas elecciones, porque el Parlamento Europeo sigue teniendo poco peso. La realidad es que mandan los que mandan, los gobiernos de los grandes y los poderes fácticos. Aunque pensándolo bien, esto puede cabrear aún más a la población.

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De momento, hay un cúmulo de propuestas muy diferentes, pero nadie sabe y nadie dice muy bien hacia dónde vamos. El  problema en este caso, decía Der Spiegel, es que el que no sabe lo que quiere, termina seguramente en un lugar donde nunca quiso estar.

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