Grecia, exangüe tras cinco años de rescates y tres meses de gobierno populista

  • Tsipras sigue tensando la cuerda con sus acreedores de la UE y el FMI, a quienes exige que no escojan "el chantaje financiero"
  • Hasta Obama ha pedido al Gobierno de Atenas que adopte las "medidas duras" que se imponen para mantener a Grecia dentro del euro

  • En el orden social, un 40% de los griegos vive ya en la pobreza con un aumento del 37% en la tasa de suicidios

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A Atenas le faltan 7.500 millones de euros para completar el segundo rescate, último tramo no abonado al interrumpirse el cumplimiento de las condiciones exigidas por los socios y acreedores de la Unión Europea (UE), el Banco Central Europeo (BCE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI). Se celebraron elecciones generales, ganadas de manera arrolladora por la extrema izquierda encarnada por Syriza, cuyos dirigentes siguen sin llegar a un acuerdo con la antigua Troika, tanto para el abono de ese último fleco como para respaldar una nueva línea de crédito.

Casi coinciden esta semana en el tiempo el primer trimestre del nuevo gobierno heleno y los cinco años transcurridos desde que el 23 de abril de 2010 el entonces primer ministro, Yorgos Papandreu, destapara las mentiras de las cifras de déficit comunicadas a Bruselas y solicitara el primer rescate, poniendo consiguientemente al país bajo la lupa y tutela de los denominados hombres de negro.

 

A punto de colapso

Al cabo de este lustro los griegos han recibido nada menos que 350.000 millones de euros, contando con la condonación de los 106.000 millones de deuda privada. De ellos, 260.000 millones han sido aportados por la UE y el FMI, fondos a los que los contribuyentes españoles han aportado 31.000 millones. Pese a que los intereses de tales préstamos son simbólicos y el plazo para devolverlos se ha extendido hasta finales de la primera mitad de este siglo, no hay ningún analista financiero que apueste porque Grecia devolverá algún día esa deuda, simplemente porque su economía ni genera valor añadido suficiente para ello ni tiene perspectivas de conseguirlo.

Sin embargo, las drásticas medidas exigidas por la Troika y adoptadas por el Gobierno anterior de Andonis Samarás lograron que el país pudiera exhibir un superávit primario (descontados los intereses de la deuda) del 2,7% del PIB. Llegar hasta esa cifra, desde el déficit del 10,7% que aquel 23 de abril de 2010 reconociera Papandreu, sacudió los cimientos mismos de la Eurozona y abocó a Grecia a una fortísima convulsión social.

Cada estornudo griego se traduce en una fuerte sacudida en el resto de la Eurozona, con España e Italia como principales afectados por los terremotos con epicentro en Atenas. Desplomes bursátiles y repuntes de la prima de riesgo traducen la fragilidad de sus esforzadas recuperaciones. Mientras tanto, en la propia Grecia los estragos son obviamente mucho mayores. En estos cinco años la tasa de paro se ha disparado del 11,1 al 25,7%; un 40% de los griegos vive en la pobreza o a punto de traspasar sus umbrales, y, como lógica consecuencia, la tasa de suicidios se ha disparado en un 37%.

Prisionero de sus promesas

Lejos de mejorar, tales indicadores se han agravado en estos tres meses del Gobierno de Alexis Tsipras, prisionero de sus promesas electorales populistas. Su mediático ministro de Finanzas, Yanis Varufakis, irrumpió en Bruselas con las ínfulas del que va al comedor de Cáritas y exige que le sirvan solomillo de primera. Sus colegas del Eurogrupo le han ido suavizando los modales a base de ponerle frente al espejo de la realidad. Tanto es así que Varufakis y sus acreedores estaban ya a punto de alcanzar un acuerdo, frenado en última instancia por el propio Tsipras, partidario de tensar hasta el límite la cuerda de las negociaciones.

De momento, lo que ha conseguido el líder de Syriza es destrozar el incipiente superávit primario conseguido por su antecesor, una fuga masiva de capitales, estimada en 50.000 millones de euros, y el mantenimiento ascendente de la tasa de paro. Conserva Tsipras en cambio su elevado índice de popularidad, respaldo que ha esgrimido para resucitar la exigencia a Alemania de una indemnización por la ocupación nazi durante la Segunda Guerra Mundial equivalente a 278.000 millones de euros. Una pretensión que Berlín rechaza, apoyada en la definitiva cancelación de sus deudas de guerra tras la caída del Muro de Berlín y la posterior reunificación alemana.

La extravagancia de los impuestos

Ni en Bruselas ni en Washington se fían del nuevo líder heleno. Tanto la UE como el FMI mantienen sus diferencias con Atenas a propósito de medidas urgentes, tales como la reforma laboral, pensiones, subida del IVA y privatizaciones. Tsipras asegura por su parte que ya ha conseguido avances en materia de recaudación fiscal y lucha contra la corrupción, aunque aún no ha podido exhibir cifras creíbles que lo corroboren, en un país donde pagar impuestos ha sido hasta ahora casi una extravagancia, y donde la corrupción en todas sus formas era una norma de vida.

Tsipras ha jugado amagando con amigarse a fondo con una Rusia que también ha subido el tono de sus disputas con la UE y Estados Unidos. También mantiene la dureza de su lenguaje, al afirmar que espera que "Europa no escogerá el chantaje financiero". Asimismo, ha presionado a Estados Unidos para que fuerce a Alemania a que encuentre una solución.

El presidente norteamericano, Barack Obama, ha llegado a instar a la canciller Angela Merkel a que mantenga a Grecia dentro del euro, por obvias razones de estabilidad. También, aprovechando un breve saludo con el ministro Varufakis en Washington, le ha pedido que adopten de una vez "las medidas duras" que se imponen para sacar al país de su situación de postración.

En este escenario, el ministro alemán de Economía, Wolfgang Schäuble, ha derramado la jarra de agua fría del realismo al afirmar que "todos los escenarios, [incluido el impago de los plazos de la deuda griega que están a punto de vencer] están ya descontados por los mercados". Una nada velada alusión a que la hipotética salida de Grecia del euro no tendría las consecuencias cataclísmicas que se aventuraban para toda la UE cuando se planteó por primera vez en 2012.

El FMI, que a punto de sonar la campana del impago recibió de Grecia los 495 millones de un plazo que caducaba, alerta de que no perdonará en ningún caso las restituciones que se le deben. Su directora-gerente, Christine Lagarde, lo argumentaba asegurando que "nunca hemos tenido una economía desarrollada pidiendo una prórroga, que supondría de hecho una financiación adicional". Eso significaría, a su juicio, contribuciones adicionales de una comunidad internacional, que puede estar en una situación peor que el país que solicita el retraso de los pagos.

No es probable por tanto que haya solución en la reunión del Eurogrupo del día 24 de abril en Riga. La siguiente cita será en Bruselas el 10 de mayo. Entretanto, Grecia acumula telarañas en los cajones, y funcionarios y pensionistas, entre muchos otros sectores, tal vez aumenten su desesperación al comprobar que no les llegan sus pagas.

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