África, tan lejos y tan cerca

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La tertulia de Europa en suma, sobre las dificultades del Pacto de emigración y asilo, con Esther Pozo-Vera, coordinadora de países vecinos y asuntos mediterráneos en la Comisión Europea. Esta vez, como marcan los tiempos pandémicos, no hacemos la tertulia de manera presencial, sino a través de Zoom.

En primer lugar, los datos y las previsiones, con toda su crudeza: África, que tiene hoy casi 1.200 millones de habitantes, doblará su población hasta los 2.400 millones en 2.050. El 40% de su población tiene hoy menos de 15 años.

Para atender a esta explosión sin precedentes no hay o difícilmente puede haber un crecimiento económico de varios dígitos que pueda satisfacer las necesidades más elementales de la población.

Es evidente que la situación puede empujar a muchos millones a emigrar hacia el norte, en lo que algunos denominan la tormenta perfecta. Y todo, agravado por la pandemia.

Stephen Smith, autor de “Huida hacia Europa” estima que dentro de 30 años en el Viejo Continente habrá entre 150 y 200 millones de africanos, frente a los nueve de hoy.

 

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En la región islámica del norte de continente, donde surgió hace diez años la llamada primavera árabe, por la inmolación del joven tunecino Mohamed Bouazizi, la situación no es muy alentadora.

Según una encuesta del diario The Guardian, una mayoría de la población de esa zona estima que en esta década ha crecido la desigualdad en medio de las revueltas y las guerras.

En Túnez, donde nació el movimiento, los jóvenes se sienten más libres, pero no ven que haya perspectivas económicas que los mantengan en su territorio, y muchos optan por la emigración.

En Marruecos, sometido al férreo control del gobierno, apenas hubo protestas. En un país con una notable situación económica, puerto de Tánger, zona franca, industria textil, de automóvil, tren de alta velocidad y potente agricultura hortofrutícola, son también muchos los que optan por la huída.

“Alguien” desmontó el sistema de mafias y policías corruptos de Tánger y lo trasladó al Sáhara Occidental, que se ha convertido en la nueva base para la salida de pateras. En lo que va de año, han llegado a Canarias casi 20.000 emigrantes, la mayor parte, al parecer, marroquíes.

La emigración, el asilo, la solidaridad y el reparto del flujo de refugiados son temas que excitan la polarización, afirma Esther Pozo-Vera. Hay que saber qué es competencia comunitaria, hace falta un marco jurídico, y el resultado es un tanto “esquizofrénico”, reconoce. Los Estados miembros son los encargados de preservar las fronteras exteriores, las entradas irregulares; el asilo es competencia de la Unión, fijar los derechos y obligaciones de los demandantes. Schengen y asilo con compartimentos estancos y el problema es que unos países están en Schengen y otros no, como Rumania, Bulgaria o Croacia.  Suiza no es Unión, pero está en Schengen. Dinamarca está en Schengen, pero tiene una política de asilo propia, directa. Otros, como Irlanda aplican parte del Tratado. Son los Estados los que deben decidir quién entra, pero después hay que saber quién paga los gastos, que no están unificados, como sucede en los Estados Unidos, donde dependen del Departamento de Estado federal.

Los Estados denominados de primera línea lo tienen muy complicado porque llega un grupo en un barco y se mezclan los demandantes de asilo político y económico. Se abren cuestiones como la devolución en caliente o la circulación libre por el espacio Schengen.

Y aquí surgen las desconfianzas entre las diversas regiones. Los del Norte no se fían de que los del Sur vayan a cumplir con sus obligaciones, y se da la circunstancia de que el 95% de las demandas de asilo tendrían que ser estudiadas por los países del Sur. En la práctica, las demandas son estudiadas por los países del Norte, porque no se fían de sus vecinos, y los meridionales no confían en  que aquellos les vayan a ayudar cuando lleguen las vacas flacas. En la llegada masiva de refugiados de 2015 hubo muchos problemas con la reubicación. Otro bloque, el de los países del Este, simplemente, no está dispuesto a recibir a nadie.

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¿Qué se puede conseguir?, se pregunta Esther Pozo-Vera. Pues que nadie esté totalmente contento, responde. España no está interesada en la reubicación. Hay países que piden un partenariado con África, invertir en los países de origen, pero el problema es que los que negocian y los que pagan no son los mismos. Los países del Sur piden solidaridad y los del Norte exigen eficacia. Habría que comenzar a tratar a África de tú a tú, no de superior a inferior, como hasta ahora.

Cada Estado está obligado a hacer un screening, un barrido de los refugiados que llegan, si son menores o mayores con menores a su cargo, si son de países que tienen reconocimiento de asilo. Se toman las huellas dactilares y comienza un procedimiento que no debería durar más de 12 semanas. Lo más importante es decidir hacia dónde voy a encaminar a esas personas.

Una compañera que interviene desde Canarias subraya que allí están muy preocupados por la situación, en medio de la pandemia, de la crisis de la industria turística y los ERTES. Canarias tiene apenas 800.000 habitantes y ve que se levantan campamentos militares para acoger a los que llegan, que en su mayor parte son marroquíes, y esto parece una Marcha Verde más, dice. Es una paradoja, añade, porque Marruecos atrae inversiones, tiene un desarrollo notable y es nuestra competencia en industria o agricultura. Es una emigración distinta a la que llega de Mali o Sahel.

España tiene un acuerdo de retorno con Marruecos, indica Esther, que se lleva a la práctica, aunque no se le da mucha publicidad. En 72 horas se puede devolver a un marroquí a su país. En el caso de Senegal es mucho más difícil la devolución.

 

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En medio de todo esto, puntualiza la experta de Bruselas, hay un actor fundamental como China, muy presente en África y que no tiene que preocuparse por legislaciones medioambientales. Allí, con que les pongan el agua les basta. Y los Estados Unidos no existen en este apartado.

Esther Pozo-Vera vuelve al nudo de la cuestión: Estrasburgo sostiene que cuando hay llegadas masivas se están violando los derechos de un Estado; Frontex no tiene potestad para expulsar en caliente y Bruselas no tiene medios para comprobar lo que hace cada país.

Tendríamos que conseguir, añade, que el tema de la emigración fuera aburrido, pero hay nubarrones en el horizonte. Un estudio de los servicios policiales españoles que están en la frontera estima que, si bien no sabemos si vamos a necesitar más inmigrantes, sí está claro que África va a necesitar la emigración, porque no tiene capacidad para resolver su crecimiento demográfico. Y todo esto, en medio de un cambio en el mundo occidental, con la fuerte competencia de China.