Europa se la juega de nuevo

El Tratado de Lisboa, suscrito finalmente por el presidente checo y tras ocho años de tortuosas negociaciones, no es el final. A corto plazo, Lisboa plantea tantos problemas como los que pretende resolver.

El analista francés de la Brooking Institution, Justin Vaisse, sostiene que el nuevo Tratado es virtual, que hay que rellenarlo y que la tarea puede ser más compleja que lo conseguido hasta ahora, a pesar de que estos años de trabajo han dejado exhaustos a gobiernos y países.

Lisboa fija, sobre todo, nuevos cargos: el Presidente permanente del Consejo, no rotatorio, y el Alto Representante para la Política Exterior y de Seguridad. Y aquí viene el punto clave: son las figuras elegidas las van a marcar el cargo y no al revés.

Por increíble que parezca, después de años de debate sobre el Tratado, Europa no sabe todavía si desea un Presidente fuerte o una personalidad de perfil bajo.

Lisboa no define muy bien la tarea del Presidente. Sería en gran parte administrativa, y su misión principal será garantizar la preparación y la continuidad de la labor del Consejo y favorecer el consenso entre sus miembros. Sin embargo, encarnará la representación exterior del Consejo y de la Unión.

Europa pixelada

Decía hace poco una escritora bastante conocida que la corrección política era un asco. Que ahora, en las narraciones infantiles, Caperucita y el lobo terminan prácticamente jugando al mus y tomando chocolate, no sea que proteste algún colectivo.

La corrección política lo invade todo. Se pixela a los niños, a los escoltas. De seguir así las cosas, la mitad de las fotos de los diarios aparecerán pixeladas. Pero el proceso de construcción europea es exactamente lo contrario.

La Comunidad Económica de los seis nació fuertemente pixelada en 1958 con la firma del Tratado de Roma. Gruesos píxeles en blanco y negro de señores muy severos, prácticamente todo señores, que trazaron cuatro líneas maestras sobre el camino a seguir.

Poco después, el píxel franco-alemán lo dirigía todo. De Gaulle le dijo a Adenauer: vosotros, los derrotados en la guerra, os dedicaréis a hacer tornillos, y nosotros, los franceses, a la política. Italia, adormecida en el falso sueño democristiano, no salía en la foto y el Benelux, muy productivo en lo económico, era demasiado pequeño en lo político.

La crisis empuja a Europa a la derecha

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El gran vencedor de las elecciones europeas ha sido sin duda la abstención. Casi el 57 por ciento de los ciudadanos no se han sentido concernidos por estos comicios. Es explicable, por el comportamiento de los partidos, la renacionalización del discurso político o el desinterés de los medios hacia debates que no sean en clave nacional. Y es hasta cierto punto lógico porque, ante la actual parálisis del proceso de construcción europea, entender lo que en realidad se ha votado es cuando menos complicado. Y desmotivador.

¿Qué hemos votado? Hemos elegido un parlamento con competencias limitadas; cierto es que serán mayores cuando entre en vigor el Tratado de Lisboa. Pero nuestro voto no forma gobierno. Entre las instituciones comunitarias, lo más parecido a un gobierno es la Comisión, pero su composición no depende del resultado electoral. Está aceptado que el presidente pertenezca al grupo más votado y, como quiera que el triunfo del PPE estaba cantado, socialistas y populares ya se había puesto de acuerdo antes del 7 de junio en que Durao Barroso repetiría en el cargo.

Europa y el tabaco. Lamentablemente, España es diferente

logoasoc-02Le preguntaban a la ministra de Sanidad, Trinidad Jiménez, unos días después de tomar posesión como tal, por sus planes respecto al incumplimiento clamoroso de la ley española contra el tabaco. Y su respuesta resultaba, por decirlo con suavidad, tan extraña y desconcertante como cabe esperar de un político que no quiere comprometerse en un asunto que le resulta incómodo: Estamos en fase de evaluación… Somos conscientes de que la ley todavía no se cumple en todos sus términos...

Lo cual no es decir mucho, ciertamente, porque basta salir a la calle (y hay que pensar que la ministra sale y visita un bar o un restaurante de vez en cuando) para “evaluar” inmediatamente que la ley española, la más tibia e incompleta de cuantas se han promulgado recientemente en los países de la Unión Europea, no se cumple en absoluto; es más, se burla y se desprecia de forma sistemática y a conciencia, en su letra y en su espíritu.

Y eso tiene mucho que ver con el problema de lo que el catedrático de Filosofía del Derecho Francisco J. Laporta llamaba, en un artículo reciente, la ingravidez de las leyes en España: tanta legislación que se promulga pero no se cumple, porque no se puede o no se quiere hacer cumplir. También en esto, como en tantas otras cosas, España es diferente, lamentablemente y para mal.

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