La tertulias de Europa en Suma: austeridad, pero con crecimiento.
Que Dinamarca es un país atractivo en muchos aspectos y envidiable en su forma de vida, es algo que muchos tenían ya en la cabeza desde hace tiempo. La tertulia de Europa en Suma de este mes de febrero, celebrada el pasado día uno, permitió abundar en el tema e ilustrarlo con datos y cifras.
Dinamarca, el país que preside durante el presente semestre el Consejo de la Unión, disfruta de un crecimiento espectacular, cuenta con un nivel de desempleo (en torno al seis por ciento) relativamente moderado y asumible, y tiene un gobierno y una población (unos seis millones de habitantes, en total) que se muestran muy preocupados y concienciados por el medio ambiente y la sostenibilidad. Los daneses viven en un estado del bienestar bien administrado, donde la gente tiene conciencia social y rechaza rotundamente la idea de aprovecharse del sistema o defraudar en el pago de los impuestos, que permiten una distribución equitativa y eficaz de la riqueza.
Algunos de esos aspectos de la economía y de las inquietudes sociales de los daneses quedan reflejados en los proyectos y perspectivas que maneja el gobierno de Dinamarca para estos seis meses de presidencia del Consejo. Y en este sentido, según nos contó la embajadora danesa en Madrid, Lone Wisborg, durante la charla, su gobierno quiere llamar la atención sobre la necesidad de fomentar el crecimiento, el desarrollo sostenible y la creación de empleo, y no solo (aunque también) la estabilidad presupuestaria, la austeridad y el rigor. Y así, la agenda de la presidencia danesa en la lucha contra la crisis en los países de la Unión contempla el apoyo a la innovación, el perfeccionamiento y la modernización del mercado interior (incluida la regulación del “roaming”, para fomentar la competencia y bajar los precios) y un respaldo activo a las energías renovables, para crear puestos de trabajo en este campo y para no depender tanto del petróleo y el gas, procedentes en muchos casos de escenarios marcados por la conflictividad y la inestabilidad, lo que favorece el descontrol y la subida de los precios.
La conciencia verde está muy presente, de hecho, en el programa danés, que propugna el ahorro y la eficiencia energética como una prioridad y propone, a pesar de la crisis y como forma de ayudar a salir de ella, apoyar la renovación y rehabilitación de viviendas y edificios, para hacerlos así más ecológicos, más sostenibles y eficaces desde el punto de vista del rendimiento energético. No en vano, Dinamarca, un país sin centrales nucleares, desarrolla en cambio activamente la energía eólica y la procedente de la biomasa.
En resumen, los daneses propugnan gastar bien el dinero (el presupuesto comunitario) con visión de futuro, según dijo la embajadora Wisborg. Hay que controlar el gasto público y apretarse el cinturón en general, pero teniendo muy presente el crecimiento y el empleo.
En la tertulia estaban presentes también, por cierto, la embajadora de Suecia en España, Cecilia Julin, y el embajador de Irlanda, Justin Harman. Y, entre otros amigos y socios de Europa en Suma (como el catedrático de Relaciones Internacionales Francisco Aldecoa), contábamos también con representantes de otras embajadas de la Unión en Madrid, como la de Portugal, Lituania o Chipre. Así, el diálogo, con el trasfondo de la preocupación general por la crisis y las recetas posibles para afrontarla, resultó de lo más vivo e interesante, con referencias a la corrupción en política, a la diferente forma de entender la seguridad en el empleo entre unos países y otros o al drama de que muchos jóvenes tengan que plantearse abandonar su país en busca de trabajo.
La primera secretaria de la embajada de Portugal en Madrid, Graça Costa Macedo, señaló que de las decenas de miles de jóvenes bien formados y preparados que han salido de su país para trabajar en Europa o en África, solo estos últimos regresan: los otros, los que se han instalado en un país europeo, no vuelven, y eso puede representar una pérdida significativa para el futuro de una nación. En cambio, en Irlanda, según indicó el embajador de esa república, se suele considerar que la emigración no es una tragedia, sino una opción tan válida como otra: no en vano Irlanda ha sido históricamente un país de emigrantes y hay irlandeses y cultura irlandesa en cualquier rincón del mundo.
Respecto a la corrupción, las embajadoras nórdicas apuntaron (quizá en una expresión de buena voluntad) a que su existencia tiene que ver con el nivel de bienestar y riqueza general de un pueblo. Eso aparte, quedó claro que un punto esencial es la transparencia y el control ciudadano en una sociedad sin secretos, como lo destacó la representante diplomática sueca, que subrayó que en su país todo el mundo tiene derecho, por ejemplo, a saber los impuestos que pagan cualquiera de sus vecinos o cualquiera de sus connacionales. Y por supuesto, en la conversación surgió el tema de si una determinada herencia religiosa (catolicismo versus luteranismo) favorece más que otra las prácticas corruptas individuales o generalizadas. Al respecto, el embajador de Irlanda (“la católica Irlanda”) comentó que en su país se han dado algunos casos sonados de corrupción, pero no muy numerosos, según dijo, y relacionados, sobre todo, con la burbuja inmobiliaria que se vivió allí. Lo cual fue recibido con sonrisas y comentarios irónicos entre sus oyentes españoles, bastante familiarizados con el asunto, lamentablemente.
Y bastantes de los españoles presentes en la tertulia se sorprendieron cuando la embajadora danesa explicó que en las muy competitivas empresas de su país existe lo que aquí, en España, llamaríamos “despido libre”, es decir, que los trabajadores pueden ser despedidos con una indemnización de entre uno y tres meses de sueldo: gracias a ello, explicó la diplomática, las empresas no dudan en contratar empleados cuando los necesitan porque la empresa va bien; luego, el estado asume hasta cuatro años de subsidio de desempleo si la situación de paro persiste. Y también recordó que en Dinamarca los sueldos están vinculados a la productividad. Es lo que se ha llamado “flexiseguridad”, es decir, flexibilidad en cuanto a contratación, despido, movilidad o formación, pero seguridad en lo que concierne a la garantía de protección social del trabajador. La embajadora de Suecia aclaró que en su país las cosas son parecidas, aunque quizá, hoy por hoy, con algo menos “flexibilidad” que en Dinamarca. En ambos países, en cualquier caso, la educación y la formación de los jóvenes es un valor de importancia esencial, como lo es también la cultura empresarial y el aprecio por la investigación y la innovación.
En definitiva, la tertulia de Europa en Suma fue, una vez más, una espléndida ocasión de compartir información, aclarar dudas y malentendidos y despejar lugares comunes sobre lo que une y separa a los europeos. En este caso, y como conclusión, la embajadora de Dinamarca, invitada especial en esta cita, dijo mostrarse optimista sobre el futuro y convencida de que la crisis puede servir de acicate para tomar decisiones necesarias, aunque difíciles, y avanzar. Así sea.