La tertulia de Europa en suma con Enrique Barón, ex presidente del Parlamento Europeo, autor del libro La hora del federalismo.
Lo federal es trendy, chic, cool, hipster o como se le quiera llamar. Queda bien. Ser español está mal, suena a outdated o fascistorro. Ser federal suena a progresista a descentralización, a antiespañolismo centralista.
Aprobamos la muy apreciada entonces Constitución del 78, que hoy suena a trasnochada, a nacionalista. No lo sabíamos entonces, caramba. Y unos, frente a las tensiones independentistas, proponen el modelo federal, mientras que otros aseguran que somos más federales que algunos Estados que así se llaman.
¿Y que es federal, nos preguntamos?
¿Cada uno a lo suyo, es decir que cada uno recaude sus impuestos, como propone Mas (o menos); que los de Igualada, Montánchez o Medina del Campo, se las arreglen solos?
Se pone siempre, para lo malo y para lo bueno, el mito de la República Federal de Alemania, que no alemana, como suele decir algunos polivalentes tertulianos de TVs& Radios.
La Ley Fundamental o Constitución, modificada en 2006 y que refuerza el papel de la Federación, apoya en su articulo 72 (2) la creación de condiciones de vida equivalentes en el territorio federal. Se acaban de cumplir 24 años de la unificación o reunificación alemana, con la integración de la antigua RDA en la RFA a través de los nuevos cinco estados conformados, entre ellos los nuevos estados libres de Sajonia y Turingia, con largo recorrido como independientes. Y el artículo 31 subraya que las leyes federales están por encima de las de los Estados federados.
El federalismo alemán no consiste en que cada uno se las arregle con lo suyo, y que el Bund o Federación se dedique solo a la política exterior y a la Defensa, sino que en estos 24 años los estados de la antigua y rica RFA, los del Oeste, llevan bombeados cientos de miles de millones de euros a sus nuevos vecinos federados del Este.
Los impuestos que generan ingresos sustanciosos para las arcas públicas se regulan mediante leyes federales que requieren la aprobación del Senado o Bundesrat, la cámara de representación territorial. Una parte de esos impuestos se destina exclusivamente a la Federación o a los Estados Federados, en tanto que otros, incluidos los impuestos de mayor recaudación, se reparten entre la Federación y los Estados Federados. En este sentido el Estado Federal alemán se asemeja a un Estado unitario. Por cierto, sin cupos.
Berlín, la Ciudad-Estado y capital (la mitad en el antiguo Este), así como varios Estados orientales sobreviven todavía por las ayudas federales. Y en el antiguo Oeste, el Estado libre de Baviera no es Bund, Federación, está asociado, pero no piensa por lo más remoto en irse de Alemania. Lo bávaro, la cerveza, los pantalones de cuero, las camisitas tipo mantel y los gorritos de dudoso gusto (sorry), no vende. Vende lo alemán como saben muy bien BMW y Audi con sedes en Baviera, Munich e Ingolstadt respectivamente. Un coche bávaro sonaría a algo cervecero, de parranda. Nada elegante.
Pero en este mundo confuso de posmodernidad y globalización renacen los sentimientos más ancestrales, como búsqueda de re-identificación del grupo ante la pérdida de referencias. El poder se basa en la ficción. Pero también la religión, el dinero, la economía y la política. La nación es una ficción, sostiene el historiador israelí Yval Noah Harari en su bestseller Sapiens, de animales a dioses, donde repasa la historia del género humano. Pero acepta que la nación sirve para que personas que no se conocen colaboren, porque creen en una misma historia, aunque sea para volver a las viejas emociones, no solo decimonónicas, sino medievales. Y señala un problema: esos grupos se autodefinen y distinguen entre el nosotros y ellos, los otros, y nacen las rivalidades y las guerras.
Para sabe más sobre lo federal, Europa en suma invita a Enrique Barón, ex presidente del Parlamento Europeo y reciente autor del libro La era del federalismo.
Barón cita a James Madison uno de los más influyentes Padres Fundadores de los Estados Unidos, que sintetizó la esencia del federalismo: unir, para tener más fuerza. Así nació la Unión de las 13 colonias. Aunque hoy en muchos Estados rigen leyes muy distintas, desde la pena de muerte al matrimonio gay, pasando por la sodomía, condenada en 12 Estados, a pesar de que su persecución fue declarada contraria a la Constitución.
Y ante la cuestión irse o federarse, el político socialista afirma que lo mejor es federarse. Como ejemplo, recuerda que la mayor parte de los países del G-20, que representan a la mayor parte de la población mundial, son federaciones.
Hay dos grandes tradiciones, sostiene Barón, que han creado federalismo: la ibérica, con Brasil, Méjico, Argentina, o Colombia y la británica, con los EEUU, India o Suráfrica.
Yo descubrí el federalismo estudiando en Suiza en 1962, dice el ex presidente de la Cámara Europea. La Confederación Helvética agrupa a cuatro pueblos que no se entienden entre ellos, los alemanes no hablan francés y viceversa, pero que están muy orgullosos de ser, simplemente, suizos. Son una nación de voluntad, un Willenstaat.
En realidad, subraya, el federalismo es muy antiguo. Hay quien habla de las 12 tribus de Israel, como un tipo de federación. Roma era una República Federal. Las 13 colonias que dieron lugar a los EEUU eran muy celosas de su independencia, pero agruparon su deuda y crearon los famosos bonos del Tesoro USA.
Hay corrientes en Europa que sostienen que si un Estado ya existe, para qué va a hacerse federal. En general, dice, tenemos sistemas bicamerales que parten del principio de la subsidiariedad, tomar las decisiones lo más cerca posible al ciudadano, pero hay o debe haber una negociación permanente sobre la lealtad federal.
En los años 50 del siglo pasado los europeístas intentaban, sobre todo, consolidar la paz, pero también crear una Federación Europea. De hecho, el euro supone la Unión de Estados-Nación. La RFA nació como Federación por su compleja historia, de Ciudades- Estado, Principados o Electorados, pero también por la imposición de las tres potencias ocupantes del Oeste. Un dato interesante es que en el preámbulo de la Ley Fundamental de Alemania se habla de conseguir una Europa unida, algo que en la Constitución española no aparece.
La complejidad de España, subraya el político socialista, está reflejada en el propio escudo de la Nación. Los socialistas estimamos que a pesar de las contradicciones actuales siempre hay valores comunes, pero Rajoy, por ejemplo, quiere una Europa federal, pero no una España federal.
La Constitución del 78, asegura Barón, establece una lista muy clara de competencias entre Ayuntamientos, Provincias y Autonomías. Los socialistas éramos ya en esa época federales, no solo es una ocurrencia de hoy, viene del siglo XIX. Quedó aquello de nacionalidades y regiones, pero luego vino lo del café para todos de Clavero Arévalo.
Creo, asegura, que nuestro Estado autonómico ha sido un éxito porque ha arraigado y ha conseguido descentralizar el país. Pero habría que reformar la Constitución; Alemania y los EEUU lo han hecho en decenas de ocasiones. ¿Cual es la posición del PSOE? Remite a la declaración de Granada del año pasado: www.psoe.es/source-media/000000562000/000000562233.pdf
Reclamar la independencia, afirma, es legítimo, siempre que no se recurra a la violencia, al terrorismo, pero también es cierto que en Europa los sentimientos nacionalistas han provocado grandes tragedias. Y recuerda que Mitterrand decía que Francia había hecho la guerra con toda Europa, menos con Dinamarca y no sabía muy bien por qué.
En la UE, asegura el ex presidente del Parlamento se viene diciendo desde hace décadas que si se crea un Estado nuevo tiene que entrar no solo en la Unión sino en la comunidad de naciones. Y frente a declaraciones unilaterales de independencia, algo que no es para ir por el mundo, no hay que mandar batallones del ejército, sino medio abogado del Estado, ni siquiera uno. Siempre hay tensiones en Europa, reconoce, Escocia ha intentado irse del Reino Unido, pero, a su vez, los de las Islas Shetland dicen que Escocia les roba su petróleo…
En fin, termina diciendo, hoy muchos nos declaramos federalistas. Hasta los carlistas dicen ahora que también, porque ellos ya hablaban de las Españas...
Pero al final de la tertulia queda en el aire la pregunta ¿quién o cómo se va a resolver el problema de las Españas?
Tras el encuentro, camina el narrador por una afamada calle, llena de afamadas tiendas de afamadas marcas, por donde pasan a menudo presuntos clientes, la élite económica, política, bancaria o sindicalista de esta tierra.
Algunos, de la vieja clase alta, altos asesores de alta alcurnia y maneras educadas en lo exterior, guardan extrañas tarjetas de crédito en el interior de la chaqueta. Pasan antiguos ministros, hoy banqueros con perilla, que despedían olor a salmón y vino del Mosela tras los almuerzos. Pasan otros de modesta extracción, que han copiado los modos y maneras del poder, sus chaquetas estrechas de dos botones, el de arriba firmemente sujeto, la corbata ligeramente ladeada, los andares de diplomático, dejando atrás elegantemente una de las piernas como si tuvieran escozores que ahora no vienen a cuento. Los hay fundadores de foros éticos y hasta independentistas, muy viajados a las Caimán o a Andorra con bolsas de dinero. Son muchos los que han achicharrado las tarjetas de crédito en los afamados establecimientos de esta afamada zona, en los de lencería de señoras, en barras de gin&tonic, o en restaurantes de apellido vasco.
¿Ésta es la élite gobernante de este país, la que debe proceder a las reformas, o los problemas que tenemos son otros?
Regresa el caminante a su hogar y encuentra en la TV una tertulia con un dirigente independentista que sostiene que hay que montar un referéndum de pandereta porque no dejan organizar otra cosa. Que, efectivamente, es de pandereta. En la 2 de TVE dan una película de Berlanga. Comparada con lo que pasa aquí y ahora, muy poco berlanguiana. El genio de Valencia, que intentaba reflejar la realidad nacional, se quedó corto.
Llevamos décadas discutiendo la cuestión de las independencias y federalismos, pero puede llegar en cualquier momento una nueva ola de la crisis que nos alcanzará de lleno a todos, a las nacionalidades históricas y a las regiones, a los de Igualada, Montánchez o a los de Puebla del Caramiñal.