La tertulia de Europa en suma sobre ciberseguridad, con el experto Juan Antonio Gómez Bule.
Muchos recordarán el final de Blade Runner:
“Yo... he visto cosas que vosotros no creeríais: Atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto rayos C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán... en el tiempo... como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir.”
Bien, pues eso, ciencia ficción, es parecido a lo que nos va a tocar ver a nosotros, si seguimos aquí.
El ejemplo más sencillo: el “recordatorio de huevos” (sic), que te dirá cuantos huevos (sic) te quedan en el frigorífico, vía Internet.
Todo va a estar conectado, todos vamos a estar conectados.
Más serio: Google Latitude Doorbell te permitirá saber donde está cada miembro de tu familia (con lo cual lo de la infidelidad se va a poner complicado), o cosas tan fascinantes como que tu paraguas te indique el tiempo que va a hacer.
Apple está construyendo un mundo en torno, no ya al actual y viejo teléfono móvil, sino al ordenador que llevaremos encima, que hará de todo, pagar tus compras, abrir la puerta de tu casa, controlar tu sueño, tus movimientos, el estado de tu corazón, del bazo y de la próstata en el caso de los caballeros, o cuantas calorías has consumido.
Los coches llevarán una caja negra de manera que la policía, sin utilizar los anticuados radares, podrá ponerte cómodamente las multas pasando un lector para comprobar cuántas barbaridades has hecho y cuántas veces has superado el límite de velocidad y dónde.
El gurú de todo esto, Jeremy Rifkin, autor de El fin del trabajo y el Costo marginal cero, inicia sus conferencias quitándose la chaqueta y arremangándose la camisa. Parece que te va a vender una aspiradora o la Biblia, pero no. Lo que te vende es el costo marginal cero, la maravilla de las maravillas, cuando todo y todos estemos conectados, la reducción radical de costos.
Tenemos ahora en España un movimiento político digital ascendente (sin programa), militancia digital (clic), votación digital (clic). Cuando se trata de convocar a las masas airadas, la entrada no llega a un tercio del recinto. En las asambleas de barrio participan entre 14 y 16 personas (véanse las fotos). El eslogan podría ser: descarga tu ira con un clic. Mejor a distancia, a través del ordenador, porque ir en persona, porfa, cansa mucho, que dirían las chicas del los barrios nobles de Madrid. El glorioso movimiento de la plaza Tahrir de El Cairo, twiteado hasta la saciedad, se ha quedado en lo que hemos visto, la victoria del viejo sistema analógico-militar. De momento, da la impresión de que lo virtual tiene poca sustancia y es de consumo instantáneo, como las sopas de Avecrem.
Pero es lo que tenemos y lo que nos gusta. Todo va estar conectado y todos, espiados.
El periodista Glenn Greenwald aseguraba recientemente que hay 1,2 millones de estadounidenses bajo vigilancia. Una vez que el Internet de las cosas esté en marcha, lo estarán todos allí, lo estaremos todos aquí. El “sistema” sabrá qué compras, dónde estás y con quién. Eso sucederá si estamos conectados, claro.
Pero es muy difícil no estar conectados, reconoce Juan Antonio Gómez Bule. Somos tecnológicamente dependientes, hemos desarrollado emociones químicas, hemos cedido espacio frente al uso de determinada tecnología que nos da ciertas satisfacciones. Si no utilizas esta tecnología, quedarás excluido, puntualiza.
Y hoy, esa tecnología lo domina todo y está cargada de nuevas amenazas. Por ejemplo, afirma, el yihadismo hace proselitismo a través de la red. En realidad, es un frente de batalla hoy totalmente difuso; los enemigos son difíciles de identificar.
La realidad social, afirma, cambia a velocidad de vértigo y hay que adaptarse a los cambios de la misma manera. La ciberseguridad es transversal, implica tecnología pero también saber de quién me defiendo o a quién ataco. Han cambiado todos los modelos de relación con los partidos políticos, la manera de expresarse de la sociedad civil.
Estamos ante algo nuevo, insiste. Los indígenas que fueron testigos de la llegada de Colón no veían los barcos, no sabían que eran barcos, porque los ojos no ven, el que interpreta la realidad es el cerebro, y los nativos no sabían que era aquello nuevo que llegaba. La ciberseguridad está relacionada con otros tipos de seguridades en lo político o en lo económico. Las amenazas siempre han existido y lo único que sucede, ahora, es que mutan.
En España, indica, puede haber unos 2 millones de ciberataques al día. El problema está en discernir entre cuánta información o cuánta desinformación nos movemos. Los sistemas de defensa ya no son los de antes. Nos encontramos en una situación de orfandad ante lo nuevo. El crimen organizado utiliza las mismas herramientas que la legalidad.
Las guerras de “nueva generación” llevan el conflicto al ciudadano contra el sistema de valores conocido. Es una guerra sicológica a través del miedo para quitar una idea y poner otra. Por ejemplo, en España no tenemos una escuela de guerra económica. Y en Europa tenemos dos carencias fundamentales en este terreno: falta de capacidad humana y tecnológica. Prácticamente todo viene del otro lado del Atlántico. Por eso se han lanzado nuevas iniciativas, con Alemania y Francia a la cabeza.
Porque hoy, precisa, hay armas mucho más poderosas que las nucleares, los posibles ataques a las redes de energía que pueden desactivar todo un país, que dejarían a sucesos como los del 11-S como algo medieval.
Surge un nuevo modelo social, indica Gómez Bule, que será postcrisis: nada será igual que antes. El problema es que abandonar el actual sistema de redes de Internet sería volver a la Edad Media. Hay que saber convivir con esta nueva sensación de riesgo. Siempre lo ha habido, hay riesgo al salir a la calle, puntualiza.
Pero habría que entrar en Internet con mucho cuidado, advierte. Entramos con toda la confianza del mundo, demasiada, y tenemos que saber que parte de nuestra libertad cedemos.
Y como parece que todo esto es imparable, en su utopía, Rifkin sostiene que la Tercera revolución industrial reemplazará a la gente por máquinas que, utilizando algoritmos, reducirán los costos, eliminando los errores humanos. Más aún, el capitalismo, que nació para obtener beneficios, no dependerá del factor laboral, por lo que dejará de tener sentido.
Pocos pensaban que la profecía de Orwell descrita en 1949 se haría realidad con los millones de ojos que hoy controlan todo. Dentro de unas décadas, seguramente, proseguirán las guerras, los conflictos de todo tipo, económicos, étnicos, religiosos, quizá no con las carnicerías que vimos en las dos guerras mundiales, pero sí con un factor nuevo: sistema de ordenadores Alpha-phi (dirigido por algún conglomerado económico-político) contra los Omega-tau (los “otros”). No es ciencia-ficción, sino la técnica que está creando la raza humana en el súmmum de su desarrollo. Con lo cual, aquí, quizá, sobraremos todos. Que se las arreglen las cibermáquinas como puedan.
Bibliografía seleccionada:
The Zero Marginal Cost Society: The Internet of Things, the Collaborative Commons, and the Eclipse of Capitalism
Jeremy Rifkin
Palgrave Macmillan, 356 pp., $28.00 Enchanted Objects: Design, Human Desire, and the Internet of Things
David Rose
Scribner, 304 pp., $28.00 Age of Context: Mobile, Sensors, Data and the Future of Privacy
Robert Scoble and Shel Israel, with a foreword by Marc Benioff
Patrick Brewster, 225 pp., $14.45 More Awesome Than Money: Four Boys and Their Heroic Quest to Save Your Privacy from Facebook
Jim Dwyer Viking, 374 pp., $27.95