La tertulia de Europa en suma sobre el fracaso de las conversaciones para formar gobierno en Berlín.
En primer lugar, la mala noticia para nosotros.
Antes de empezar nuestra tertulia, un compañero dice: pues mi hijo se ha ido a Múnich, y una compañera recuerda: mi hija está en Berlín. Y un tercero añade: mi hijo lleva un año en Hamburgo.
Mientras que por estos lares algunas “naciones” “históricas” dedican todas, todas, todas, sus energías durante años a un proceso delirante, falso, engañoso, anticuado y estéril, y de paso nos meten a los demás en una situación angustiosa, en Alemania, muchas fábricas estudian cómo mantener los puestos de trabajo en medio de la robotización y digitalización crecientes.
Así les va y así nos va. En Alemania la situación económica es mejor que nunca, a pesar de la falta de gobierno. Las perspectivas son excelentes, según los gestores de grandes empresas alemanas. En el último año, las exportaciones han crecido un 6%.
Nosotros seguimos siendo tierra de emigración, como hace cuarenta años. En aquella época se iban los emigrantes pobres con la maleta de cartón y hoy lo hacen los hijos de la clase media, bien formados, que no encuentran aquí su oportunidad
Y se van en masa Alemania.
Como los cientos de miles que refugiados que llegaron hace dos años (y que siguen llegando, 350.000 en lo que va de año, sin grandes titulares) un fenómeno que influyó en la campaña electoral y ha influido ahora en las conversaciones para formar gobierno.
Las elecciones de septiembre registraron un terremoto. Los grandes partidos, democracia cristiana y socialdemocracia, que gobernaron desde la formación de la república federal en 1949 hasta la actualidad alternándose, formando gran coalición o aliados de los liberales, sufrieron descensos históricos. Y el mapa electoral se amplió con la entrada con fuerza de otro partido, la ultraderechista y xenófoba Alternativa para Alemania, contraria a la acogida de refugiados, y que se sumaba a los otros pequeños ya existentes, el histórico liberal, bisagra, los Verdes de los años 80, los postcomunistas del Este, PDS fundidos luego con la disidencia del SPD en Die Linke. Son siete partidos si contamos como dos los democristianos CDU y CSU, su ala bávara.
Así, con un mapa tan roto, es mucho más difícil gobernar. Alemania ha entrado en un periodo de minorías y difíciles coaliciones.
La isla de estabilidad en Europa en lo económico y en lo político, ha sido alcanzado por los populismos y se ha convertido en un país” normal”, es decir, con problemas.
Ningún partido puede formar gobierno en solitario. Se acabaron las mayorías. Los socialdemócratas, grandes perdedores de las elecciones, no querían repetir la Gran Coalición (que ahora sería Pequeña), porque les perjudicaría aún más. Pasaban a la oposición. Merkel intentó lo posible, lo inédito, la Jamaica con el centro-izquierda Verde y el centro-derecha de los Liberales.
Fueron ocho semanas de contactos, sondeos, Sondierungsgespräche, dicen en alemán. Ni siquiera se llegó a la fase de negociación.
La canciller, con su táctica habitual de esperar y ver, no ha dado la talla, no ha aparecido en escena. Fue criticada en la campaña electoral por su pasividad y es criticada ahora. Está al final de su carrera, sostienen algunos analistas. Los Verdes han sido los más serios. Los liberales, dirigidos por la autodenominada estrella emergente, Chistan Lindner, han tirado la toalla. Se mueven hacia la derecha y ponen topes a las cifra de reunificación familiar de los refugiados.
Hay que ser serios, subrayan los medios alemanes. No se puede decir que por cerrar una central de carbón más o menos, o por unas decenas de miles de refugiados más o menos no se puede formar gobierno. No es lo que esperan los ciudadanos, los votantes.
La Francia de Macron y Bruselas están a la espera de que se forme gobierno en Alemania para avanzar en el proceso europeo. Dirigentes del SPD urgen ahora a Martin Schulz para que retire su negativa a la Gran Coalición y se siente a negociar. Las bases se revuelven. El problema es que en Alemania todo se hace midiendo mucho los pasos y estas conversaciones no comenzarían hasta pasadas las Navidades.
Además y muy importante, si la anterior GK tenía el respaldo del 70 % de los votantes, SPD y democracia cristiana suman ahora apenas el 53, subraya Günter Steinkamp, de la televisión alemana ARD. Es toda una revolución política, por primera vez no se puede formar gobierno en un tiempo razonable. Lo cierto, añade, es que tenemos una clase política envejecida, Merkel, Schäuble, Steinmeier, que además no hablan de los problemas importantes, de lo que interesa a la gente. Se habla del futuro de las centrales de carbón, pero nada del futuro de Europa. En definitiva, estamos en la misma situación que otros países, en un atasco político.
Pilar Requena, ex corresponsal de TVE en Berlín entiende que, a pesar de las críticas, Merkel no está acabada, sigue siendo querida. Significa la calma, la serenidad.
La situación es seria, no se puede ir a nuevas elecciones. Si no hay GK, Merkel podría formar gobierno en minoría con apoyo externo en temas puntuales. Todo, dicen los ciudadanos, antes que nuevas elecciones. Pero un gobierno así no sería estable.
Thomas Meier, de la televisión regional alemana SWF, reconoce que, en términos globales, la situación económica es buena, pero también que un 40% vive peor que hace 20 años. El canciller socialdemócrata Schröder metió unos ajustes muy duros. Mucha gente no se sentía representada por los partidos, no iba a votar o votaba “protesta”, a los ex comunistas del Este, y ahora respaldan a la ultraderecha.
A pesar de que los datos “macro” son brillantes, lo cierto es que en los últimos 15 años, los ingresos del 10% que más cobra han subido un 15%, con lo que se abre la fosa entre los más ricos y los más pobres, en un país que era un modelo de solidaridad y de justicia social.
Para los votantes que giran hacia la derecha, Europa no es una esperanza sino una amenaza, añade Meier. El candidato socialdemócrata y expresidente del Parlamento Europeo, Martin Schulz, no ha sabido vender la idea de Europa.
Lo cierto es que en las campañas electorales no se habla de Europa, apunta el también expresidente del PE, José María Gil-Robles, porque se habla siempre “en contra” de algo. No puedes hablar de algo a favor, porque no te aplauden.
Los medios germanos recuerdan la descomposición de la República de Weimar, cuando en 1928, la derecha, la izquierda y los liberales no consiguieron formar gobierno y dos años después comenzó la imparable carrera de los camisas pardas que reventó todo el sistema, con las consecuencias que nos recuerdan todos los días en televisión.
Toda una generación de líderes alemanes consolidó el país tras la Segunda Guerra Mundial y sentó las bases para la unidad de Europa, básicamente porque habían visto el desastre y no deseaban que se volviera a repetir.
Adenauer, la cara de la nueva Alemania tras la guerra, era alcalde Colonia en 1932 y pasó el periodo nazi en el ostracismo. Willy Brandt (apodo de la clandestinidad) vivió en el exilio en Suecia y Noruega. Helmut Schmidt fue soldado y participó en los combates. El más joven de los viejos, Helmut Kohl, vio con 15 años su ciudad arrasada en 1945.
La canciller Merkel nació ocho años después del fin de la guerra. Criada en el Este, no conoció el necesario acercamiento de la República Federal y Francia tras siglos de hostilidades. La “estrella ascendente”, el liberal Lindner, entró en la universidad en 1999, diez años después de la caída del Muro. Evidentemente, estamos ante otra Alemania, la República de Berlín, muy alejada de la serena de Bonn.
Y hoy, los políticos alemanes son absolutamente pragmáticos. Están sobre todo en el presente, y difícilmente su puede construir el futuro sin tener en cuenta el pasado. Carecen de memoria.
Volviendo al tema inicial, el de la emigración, cierto es que los alemanes reaccionaron de manera magnífica para acoger a la impresionante oleada de refugiados de hace dos años, como nos recordaba Pilar Requena, que lo vivió en directo, con la población civil volcándose en masa para ayudar a los recién llegados.
Pero también es cierto que Alemania necesita medio millón de inmigrantes al año mantener funcionando la máquina, porque no hay reposición debido a la bajísima natalidad.
Y ellos se muestran felices al recibir, sobre todo, a gente bien formada. Como ha reconocido el profesor alemán Jürgen Donges, uno de los padres del Euro, “estamos encantados con que nos manden gente instruida, así nos ahorramos todos los gastos en educación”.
Pero mientras la economía va bien, cumple su parte del papel, los partidos alemanes tendrían que hacer otro tanto y negociar. Como decía el canciller Willy Brandt, hay que poner los intereses del país por delante de los del partido.
De momento, los partidos no mueven pieza y retrasan las conversaciones durante semanas y meses. La socialdemocracia celebra congreso la semana próxima y después los democristianos bávaros. Hasta después no se pueden hacer “sondeos”.
La economía marcha a todo tren pero la política es mucho más lenta. Y esta situación ha llegado a Alemania para quedarse. Ya es un país “normal” en lo político, es decir, complicado.
“No tenemos ninguna prisa en las conversaciones”, ha asegurado el dirigente socialdemócrata Schulz, tras la primera ronda de los grandes partidos con el presidente Steinmeier.
Eso sí, Schulz estima que habría que “refundar “Europa. Nos imaginamos que sería con la lentitud y serenidad típicas de Alemania.
De paso, quizá, también habría que refundar España, para que nuestros hijos no se vean obligados a emigrar.