La Unión Europea y Gaza

logoasoc-02Europa y su expresión político-administrativa, la UE, es percibida de nuevo, tras la destrucción causada por la invasión israelí en Gaza terminada el 18 de enero, como el organismo que pagará la factura: dividida e incapacitada para actuar, pero moral y políticamente obligada, su condición de proveedor de fondos para la reconstrucción es insoslayable sobre todo a causa de la fuerte simpatía popular en el continente por la causa palestina en su conjunto.

La situación ahora es conocida: el presidente Sarkozy se movió a fondo a primeros de enero, cuando ya había empezado la presidencia semestral checa. Pero su gestión fue, pese a sus esfuerzos (y a llevar allí a fin de cuentas a una distinguida media docena de líderes europeos, incluido Rodríguez Zapatero para una brevísima visita a Egipto, Israel y los territorios) una iniciativa más francesa que europea. La UE como tal solo pudo confirmar que carece de la condición de actor único y global, una situación precaria que la no ratificación del Tratado de Lisboa no hace sino profundizar.

Europa, ¿una Suiza cristiana?

logoasoc-02Los fines de semana otoñales en Alemania son terribles. Frío, hielo y niebla. El mundo se acaba con el cierre de los comercios los sábados, antes a las 14 horas, ahora a las 16. Es tiempo de encerrase en casa y filosofar como decía Heidegger. Con este tiempo, no se puede hacer otra cosa.

Europa, anno cero-cero

logoasoc-02Europa vuelve a poner el contador a cero el 1 de diciembre con la entrada en vigor del nuevo Tratado de la Unión. Lisboa resume todos los Tratados anteriores y ha llegado para quedarse por décadas. Tras ocho años de tortuosas negociaciones sobre la Constitución, reconvertida en Tratado, nadie va a atreverse a plantear una modificación en mucho tiempo, a la vista de lo que ha pasado, rechazos francés y holandés, no de Irlanda, trabas checas.

Europa se la juega de nuevo

El Tratado de Lisboa, suscrito finalmente por el presidente checo y tras ocho años de tortuosas negociaciones, no es el final. A corto plazo, Lisboa plantea tantos problemas como los que pretende resolver.

El analista francés de la Brooking Institution, Justin Vaisse, sostiene que el nuevo Tratado es virtual, que hay que rellenarlo y que la tarea puede ser más compleja que lo conseguido hasta ahora, a pesar de que estos años de trabajo han dejado exhaustos a gobiernos y países.

Lisboa fija, sobre todo, nuevos cargos: el Presidente permanente del Consejo, no rotatorio, y el Alto Representante para la Política Exterior y de Seguridad. Y aquí viene el punto clave: son las figuras elegidas las van a marcar el cargo y no al revés.

Por increíble que parezca, después de años de debate sobre el Tratado, Europa no sabe todavía si desea un Presidente fuerte o una personalidad de perfil bajo.

Lisboa no define muy bien la tarea del Presidente. Sería en gran parte administrativa, y su misión principal será garantizar la preparación y la continuidad de la labor del Consejo y favorecer el consenso entre sus miembros. Sin embargo, encarnará la representación exterior del Consejo y de la Unión.

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