UE: ¿Cómo recuperar al ciudadano europeo?

Los ciudadanos europeos cada vez creen menos en la UE, ¿cómo se puede recuperar ese apoyo? He aquí algunos consejos de lo que podría ser una Unión más participativa y democrática.

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Aunque nos duela, reconozcamos que desde el inicio de la crisis la UE pierde apoyo ciudadano en todos sus Estados miembros, incluidos los más europeístas, como España. Así lo dicen los sondeos y así lo percibimos todos los días.

Las razones son tres: la ineficacia y la tardanza de las medidas adoptadas para recuperar el crecimiento y la creación de empleo; la orientación única a la austeridad por la austeridad de tales medidas, que muchos identifican (con razón) como la causa del debilitamiento del modelo social europeo o, si se quiere, del Estado de bienestar y la forma en que son adoptadas las decisiones, percibidas como opacas e incluso contrarias a la soberanía y la democracia de los países miembros, sin un reequilibrio en la esfera europea en sentido contrario.

Así que conviene no engañarse: ese descenso solo se parará o revertirá si la Unión da un giro a sus decisiones frente a la crisis, tanto en los objetivos (entre los que la lucha contra el desempleo debería ser de verdad la prioridad de las prioridades) como en los contenidos (abandonando el dogma de la reducción del déficit público como la cura para todos los males y retornando a propuestas de carácter keynesiano).

Sobre esa base cobra sentido plantearse culminar la unión política federal en estos momentos, sabiendo que ni es una meta fácil ni se conseguirá pasado mañana. Lo que no es posible es tratar de seguir avanzando en unos terrenos sin hacerlos en otros, provocando un desarrollo desigual de la construcción europea: a cada paso en unión económica debería corresponderle uno similar en unión social y ambos, a su vez, estar enmarcados en el avance hacia la unión política federal.

Euronews, la Torre de Babel de la información

La cadena de información europea celebra su 20 aniversario. Impulsada por 400 periodistas procedentes de una treintena de países y difundida en 13 idiomas, ha sabido dotarse de un estilo para llegar a un público diverso, desde el hombre de negocios alemán hasta el manifestante egipcio.

Euronews

Mantener la imparcialidad es la gran apuesta de los 400 periodistas de una treintena de nacionalidades, que aportan otras tantas visiones del mundo. Para ello, “existen barreras de contención”, insiste François Chignac, redactor jefe adjunto. Empezando por la organización de redacción, dividida en servicios (internacional, economía, etc.) y cada uno integrado por 11 periodistas. Uno por cada idioma en los que se emite Euronews, aunque los griegos forman un grupo aparte.

“Esta diversidad constituye un desafío permanente”, explica Pedro Lasuen, jefe de la sección de Deportes. “En mi caso, soy de un país, España, que no cubre los deportes de invierno. Y cuando el periodista inglés propone un asunto sobre el cricket, ¡tiembla todo el servicio!”. A pesar de las estrictas reglas que rigen la elección de temas, “siempre hay alguien que no está de acuerdo”, reconoce. “Todos los periodistas quieren satisfacer a sus telespectadores nacionales”.

Una vez que se seleccionan los asuntos y se montan las imágenes, es el turno de los 11 periodistas, que deben redactar en su idioma materno un comentario que será distinto al de sus colegas. Es una cuestión es estilo, propio de cada cultura. Pero también de jerarquización de la información, ya que cada uno se adapta a su audiencia. “En lo relativo a Malí, el periodista francófono precisará el número de soldados desplegados en el terreno, pero el ucraniano no”, pone como ejemplo François Chignac. Lo que cambia es la forma, pero no el fondo, asegura: “Lo que priman son las imágenes”.

El desgobierno europeo

Publicado por  EL PAIS

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Lo ocurrido esta semana en relación con Chipre ha puesto de manifiesto con total brutalidad hasta qué punto la Unión Europea tiene un problema de desgobierno. Son cuatro las razones que explican por qué el sistema decisorio europeo está gripado.

»El sistema no resuelve los problemas. Primero, no es eficaz a la hora de atajar los problemas que pretende resolver. Más bien al contrario, tiende a agravarlos. Esto es cierto tanto en el nivel macro como en el nivel micro. En el primero, observamos cómo el crecimiento se estanca, el desempleo sigue subiendo y la deuda no sólo se reduce sino que crece. La combinación de un diagnóstico de la crisis erróneamente centrado en la deuda pública, seguido de unas prescripciones articuladas en torno a la austeridad a ultranza y unos líderes europeos pegados a la arena electoral de cada país nos han llevado a un sistema de crisis permanente.

A un diseño defectuoso de la zona euro y unas políticas erróneas se ha sumado una década de dejaciones que han convertido a la UE en un campo de minas: Grecia falseando las estadísticas, Italia negándose a reducir la deuda, Alemania inundando a sus socios de dinero barato, España cebando sin límite una burbuja inmobiliaria, Irlanda inflando su sector financiero y haciendo dumping fiscal a sus socios, Chipre montando un paraíso fiscal al servicio de Rusia, y así sucesivamente.

La acumulación de una serie desequilibrios tan tóxicos, junto con la falta de instrumentos efectivos para lidiar con la crisis, nos instala en una situación en la que todos los problemas acaban adquiriendo carácter sistémico. Que España o Italia lo fueran es comprensible, pero que Grecia y hasta el minúsculo Chipre puedan desestabilizar toda la eurozona nos da la verdadera idea de la fragilidad del sistema y su falta de mecanismos de seguridad.

Que las políticas para salir de la crisis no están funcionando es evidente y que las instituciones europeas y sus líderes no están a la altura del trabajo también lo es, pero la UE sigue instalada en la autocomplacencia de los pequeños pasos y en la soberbia de pedir tiempo y paciencia. ¿Cuánta?

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